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sábado, 22 de mayo de 2021

Veni creator Spiritus

Mañana celebramos la solemnidad de Pentecostés. Hay dos muy conocidas oraciones al Espíritu Santo. Una es la Secuencia del Espíritu Santo, que rezaremos en la Misa de mañana, y la otra es el Himno al Espíritu Santo, conocido por Veni creator Spiritus, que es la protagonista de la entrada de hoy. 

Este himno es muy antiguo. Lo compuso el monje alemán Rabano Mauro, arzobispo de Maguncia, en el S. IX. A menudo es cantado, con un canto gregoriano muy bello. Y se usa especialmente en las dedicaciones de templos. A diferencia de la Secuencia, yo nunca lo he oído rezado sino en latín. Adjunto una traducción al Español, pero más para que se sepa lo que dice la oración original que para rezarla.

Rezad al Espíritu Santo, que bien lo necesitamos


Veni creator Spiritus

Veni creator Spiritus
mentes tuorum visita,
imple superna gratia,
quae tu creasti pectora.

Qui diceris Paraclitus,
altissimi donum Dei
fons vivus, ignis, caritas
et spiritualis unctio.

Tu septiformis munere
dextrae Dei tu digitus,
tu rite promissum Patris
sermone ditans guttura.

Accende lumen sensibus,
infunde amorem cordibus,
infirma nostri corporis
virtute firmans perpeti.

Hostem repellas longius
pacemque dones protinus;
ductore sic te praevio
vitemus omne noxium.

Per te sciamus da Patrem
noscamus atque Filium,
te utriusque Spiritum
credamus omni tempore.

Amen.


Ven, Espíritu creador

Ven, Espíritu creador,
visita las almas de tus fieles
llena con divina gracia
los corazones que Tú mismo creaste.

Tú, a quien llamamos Paráclito,
don de Dios altísimo,
fuente viva, fuego, caridad
y unción espiritual.

Tú derramas sobre nosotros los siete dones
Tú, el dedo de la mano de Dios,
Tú, fiel promesa del Padre,
que inspiras nuestras palabras.

Enciende con tu luz nuestros sentidos,
infunde amor en nuestros corazones,
fortalece nuestros cuerpos,
con tu perpetuo auxilio.

Aleja de nosotros al enemigo
y danos pronto la paz;
sé nuestro director y nuestro guía,
para que evitemos todo mal.

Por ti conozcamos al Padre
revélanos también al hijo,
y que en ti, Espíritu de entrambos,
creamos en todo momento.

Amén.




domingo, 31 de enero de 2021

Los siete domingos de S. José.

Una devoción arraigada es la de los Siete domingos de S. José. De mi devocionario: Se consigue “indulgencia plenaria en cada uno de los siete domingos continuos a elegir entre año, con tal que, verdaderamente arrepentidos, confesados y comulgados, recen las oraciones que luego siguen, visiten alguna iglesia u oratorio público y rueguen allí por algún espacio de tiempo según la mente de Su Santidad.”

Sin entrar en las indulgencias, la devoción consiste en estar confesados, ir a misa y comulgar los siete domingos previos a la  fiesta de S. José y rezar las siguientes oraciones, que se centran en siete dolores y gozos de San José.

Los siete domingos de San José

1.- ¡Oh Esposo purísimo de María Santísima, glorioso San José! Así como fue grande el trabajo y la angustia de vuestro corazón en la perplejidad de abandonar a vuestra purísima esposa, así fue inexplicable vuestro gozo cuando el Ángel os reveló el soberano misterio de la Encarnación.
Por este vuestro dolor y por este vuestro gozo, os rogamos que consoléis a nuestras almas ahora y en los últimos dolores con la alegría de una buena vida y una santa muerte semejante a la vuestra en medio de Jesus y María.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

2.- ¡Oh felicísimo Patriarca, glorioso San José, que fuisteis escogida entre todos para el oficio de padre putativo del Verbo humano! El dolor que sentisteis al ver nacer el Niño Jesús en tanta pobreza, se cambió luego en alegría celestial oyendo la armonía angélica y viendo la gloria de aquella noche tan resplandeciente.
Por este vuestro dolor y por este vuestro gozo, os suplico que nos alcancéis que, después del camino de esta vida, pasemos a oír las alabanzas de los Ángeles y a gozar de los resplandores de la gloria celestial.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

3.- ¡Oh ejecutor obedientísimo de las leyes divinas, glorioso San José! La sangre preciosísima que derramó el Niño Redentor en la Circuncisión os traspasó el corazón, pero el nombre de Jesús os reanimó llenándoos de gozo.
Por este vuestro dolor y por este vuestro gozo, alcanzadnos que, quitado de nosotros todo vicio en vida, expiremos gozosos con el Santísimo nombre de Jesús en el corazón y en la boca.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

4.- ¡Oh fidelísimo Santo, que tuvisteis parte en los misterios de nuestra Redención, glorioso San José! Si la profecía de Simeón de lo que habían de padecer Jesús y María os causó un desmayo de muerte, también os colmó de un dichoso gozo la predicción de que ahí se seguiría la salud y resurrección de innumerables almas.
Por este vuestro dolor y por este vuestro gozo, alcanzadnos que seamos del número de aquellos que por los méritos de Jesús y por la intercesión de María han de resucitar gloriosamente.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

5.- ¡Oh vigilantísimo Guarda, familiar íntimo del encarnado Hijo de Dios, glorioso San José! ¡Cuánto penasteis para sustentar y servir al Hijo del Altísimo, particularmente cuando tuvisteis que huir a Egipto!, pero ¡cuánto también gozasteis teniendo siempre con vos al mismo Dios y viendo caer a tierra los ídolos de Egipto!
Por este vuestro dolor y por este vuestro gozo, alcanzadme que, teniendo lejos de nosotros al tirano infernal, y especialmente huyendo de las ocasiones peligrosas, caiga de nuestro corazón todo ídolo de afecto terreno y, ocupados en servir a Jesús y María, para ellos vivamos solamente y muramos felizmente.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

6.- ¡Oh Ángel de la tierra, glorioso San José, que os admirasteis de ver al Rey del cielo sujeto a vuestras órdenes! Si vuestro consuelo al volver de Egipto se enturbió con el temor de Arquelao, sin embargo, asegurado por el Ángel, habitasteis alegre en Nazaret.
Por este vuestro dolor y por este vuestro gozo, alcanzadnos que, libre nuestro corazón de temores nocivos, gocemos de la paz de la conciencia y, viviendo seguros con Jesús y María, ellos nos asistan en nuestra agonía.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

7.-  ¡Oh ejemplar de toda santidad, glorioso San José! Perdido que hubisteis sin culpa al Niño Jesús para mayor dolor hubisteis de buscarle por tres días, hasta que con sumo júbilo gozasteis de vuestra vida hallada en el templo entre los doctores.
Por este vuestro dolor y por este vuestro gozo, os suplicamos de lo íntimo del corazón, que por vuestra intercesión jamás suceda que nosotros perdamos a Jesús con culpa grave, y que si por desgracia le perdiéramos, le busquemos con sumo dolor para hallarle piadoso, particularmente en nuestra muerte, a fin de que lleguemos a gozarle en el cielo, y a cantar allí con vos eternamente sus divinas misericordias
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.


Antífona: Tenía Jesús, al empezar su vida pública, cerca de treinta años, hijo, según se pensaba, de José. 
– San José, ruega por nosotros
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oración: Oh Dios, que con inefable providencia te dignaste escoger al bienaventurado José por esposo de tu Madre Santísima: concédenos que, pues le veneramos como protector en la tierra, merezcamos tenerle como intercesor en los cielos. Oh Dios, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

En latín

Antiph.: Ipse Iesus erat incipiens quasi annorum triginta, ut putabatur, Filius Joseph.
– Ora pro nobis Sancte Ioseph.
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Deus qui ineffabili providentia Beatum Ioseph Sanctissimae Genitricis tuae sponsum eligere dignatus es: praesta quaesumus, ut quem protectorem veneramur in terris intercessorem habere mereamur in caelis. Qui vivis, et regnas in saecula saeculorum. Amen.

jueves, 24 de diciembre de 2020

O magnum mysterium

O magnum mysterium (¡Oh, gran misterio!) es un canto de Navidad que se cantaba en los maitines.  Hay muchas versiones, pero la de Tomás Luis de Victoria es una de las piezas más bonitas jamás escritas.

Os deseo a todos una Feliz Navidad.


O magnum mysterium

O magnum mysterium
et admirabile sacramentum,
ut animalia videret Dominum natum
jacentem in praesepio.
O beata Virgo, cuius viscera
meruerunt portare
Dominum Christum
Alleluia

Oh, gran misterio

¡Oh, gran misterio
y admirable sacramento
que los animales vieran al Señor nacido
yacente en un pesebre!
Oh, bienaventurada Virgen, cuyo vientre
fue digno de llevar
a Cristo el Señor.
Aleluya.





domingo, 20 de diciembre de 2020

Oh ven, oh ven, Emmanuel

Estamos en Adviento. Y en este tiempo litúrgico hay ciertos himnos específicos, especialmente para la semana antes de Navidad. Uno de ellos es el Oh ven, oh ven, Emmanuel. Este himno proviene de las antífonas que se usaban en vísperas en la octava antes de Navidad.  Algunas son muy antiguas, del s.IX o anteriores, aunque el himno que las recoge es posterior, del s. XVIII. 

Hay varias músicas para este himno. La que dejo aquí es del himno latino, aunque hay una versión en inglés. Por su estilo, es probable que se compusiera primero para el himno en inglés y después se adaptara al original en latín.

La traducción española, como suele ser el caso, no es una traducción literal, sino que sólo mantiene el sentido de las antífonas originales, cambiando la letra con cierta libertad. Que el Adviento os prepare para una Navidad profunda.

Oh ven, oh ven, Emmanuel

Ya muy cercano, Emmanuel,
hoy te presiente Israel,
que en triste exilio vive ahora
y redención de ti implora.

Ven ya, del cielo resplandor,
Sabiduría del Señor,
pues con tu luz, que el mundo ansía,
nos llegará nueva alegría.

Llegando estás, Dios y Seor,
del Sinaí legislador,
que la ley santa promulgaste
y tu poder allí mostraste.

Ven, Vara santa de Jesé,
contigo el pueblo a lo que fue
volver espera, pues aún gime
bajo el cruel yugo que lo oprime.

Ven, Llave de David, que al fin
el cielo abriste al hombre ruin
que hoy puede andar, libre su vía,
con la esperanza del gran día.

Aurora tú eres que, al nacer,
nos trae nuevo amanecer,
y, con tu luz, viva esperanza
el corazón del hombre alcanza.

Rey de la gloria, tu poder
al enemigo ha de vencer,
y, al ayudar nuestra flaqueza,
se manifiesta tu grandeza. Amén.

Veni, veni, Emmanuel

Veni, veni Emmanuel
captivum solve Israel
qui gemit in exilio
privatus Dei Filio.

Gaude! Gaude! Emmanuel
nascetur pro te, Israel!

Veni, O Sapientia
quae hic disponis omnia
veni, viam prudentiae
ut doceas et gloriae.

Gaude! Gaude! Emmanuel
nascetur pro te, Israel!

Veni, veni Adonai
qui populo in Sinai
legem dedisti vertice
in maiestati gloriae.

Gaude! Gaude! Emmanuel
nascetur pro te, Israel!

Veni, O Iesse virgula
ex hostis tuos ungula,
de specu tuos tartari
educ et antro barthari.

Gaude! Gaude! Emmanuel
nascetur pro te, Israel!

Veni, Clavis Davidica,
regna reclude caelica,
fac iter tutum superum,
et claude vias inferum.

Gaude! Gaude! Emmanuel
nascetur pro te, Israel!

Veni, veni O Oriens
solare nos adevenines,
noctis depelle nebulas,
dirasque mortis tenebras.

Gaude! Gaude! Emmanuel
nascetur pro te, Israel!

Veni, veni Rex Gentium,
veni, Redemptor omnium,
ut salvas tuos famulos
peccati sibi conscios.



domingo, 6 de octubre de 2019

Yo, pecador (Confiteor)

El camino de perfección de S. Juan de la Cruz contemplaba tres pasos: la vía purgativa, en donde nos liberamos de nuestros vicios y de todo aquello que nos lastra a tierra; la vía iluminativa, en la que vamos adquiriendo la sabiduría que nos lleva a Dios, y la vía unitiva, en la que nos unimos a Dios. Estas mismas tres fases están en la misa: empezamos con la vía purgativa, reconociendo nuestros pecados y pidiendo perdón por ellos, seguimos con la vía iluminativa, escuchando la palabra de Dios y el sermón del sacerdote, y acabamos con la vía unitiva de la comunión.

La oración principal de la vía purgativa es el Yo, pecador, o Confiteor. Esta oración, a diferencia del Credo o del Gloria, sufrió un cambio en la renovación de la misa de 1970. Antes se rezaba 3 veces: una vez el sacerdote sólo, a continuación lo rezaba todo el pueblo, y se volvía a rezar al final, justo antes de comulgar. Entiendo la lógica de esta reducción en repeticiones –aunque rezarlo justo antes de comulgar me parece muy bonito–. Lo que no entiendo es que se redujera el texto. No creo que sea por acortar 10 segundos la misa. En la versión tradicional se confesaba nuestra condición de pecador ante Dios, la Virgen, S. Miguel, S. Juan Bautista, los apóstoles (con S. Pedro y S. Pablo a la cabeza), a todos los santos y los fieles hermanos, y después se pedía la intercesión uno a uno de todos ellos. Ahora se confiesa sólo ante Dios y los hermanos y se pide la intercesión de la Virgen. Yo creo que confesar ante los santos es una prueba de humildad y pedir su intercesión es entrar más en la Comunión de los Santos.  Lamento la pérdida. Cuando lo rezo para mí, lo hago en la versión tradicional (y en latín, que me gusta más).

Os presento aquí esta oración, tanto en la versión actual como en la tradicional, en español y en latín.


Yo, pecador (versión actual)
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros hermanos
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso, ruego a Sta. María siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos, y a vosotros hermanos
que intercedáis por mí
ante Dios nuestro Señor. Amén.

Confiteor (versión actual)
Confiteor Deo omnipotenti,
et vobis, fratres,
quia peccavi nimis
cogiatione, verbo et opere.
Mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa.
Ideo precor beatam Maria semper Virginem,
omnes angelos et sanctos et vos, fratres,
orare pro me ad Dominum, Deum nostrum. Amen.


Yo, pecador (versión tradicional)
Yo, pecador, me confieso a Dios todopoderoso,
a la bienaventurada siempre Virgen María,
al bienaventurado S. Miguel Arcángel,
al bienaventurado S. Juan Bautista,
a los santos Apóstoles S. Pedro y S. Pablo,
a todos los santos y a vos, Padre,
que pequé gravemente con el pensamiento, palabra y obra.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por tanto ruego a la bienaventurada siempre Virgen María,
al bienaventurado S. Juan Bautista,
a los santos Apóstoles S. Pedro y S. Pablo,
a todos los santos y a vosotros hermanos,
que roguéis por mí a Dios nuestro Señor.

Confiteor (versión tradicional)
Confiteor Deo omnipotenti,
beatæ Maria, semper Virgine,
beato Michaeli Archangelo, beato Ioanni Baptistæ,
sanctis apóstolis Petro et Paulo, 
ómnibus Sanctis, et vobis fratres 
quia peccavi nimis
cogiatione, verbo et opere.
Mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa.
Ideo precor beatam Maria semper Virginem,
beatum Michaelem Archangelum, beatum Ioannem Baptistam,
sanctos Apóstolos Petrum et Paulum,
omnes Sanctos, et vos fratres,
orare pro me ad Dominum, Deum nostrum. Amen.


jueves, 18 de julio de 2019

Gloria

Cuando he sentido un enorme júbilo me he encontrado a menudo cantando el Gloria.  Es la oración más alegre de la misa. Quizá es porque lo asocio al repique de campanas cuando se reza en la Vigilia Pascual, no lo sé. Es una oración de jubilosa alabanza a Dios.

Es muy antigua, de los inicios mismos de la Iglesia. Por ejemplo se conoce una versión del S. III y seguramente no es la primera. Quizá es por su edad y por las múltiples versiones por lo que tiene una estructura un poco rara. Además, el ritmo con el que lo rezamos en misa no coincide con la estructura gramatical, con lo que parece que ni siquiera tiene frases claras. Buscando en mis libros y por Internet he encontrado variaciones de puntuación que ahonda en esta sensación de contener frases desestructuradas. He mirado con cuidado la versión en latín (que adjunto) y he puntuado de la manera que creo da más sentido a la oración. Sólo son cuatro frases, dirigidas a cuatro personas diferentes.

La primera son las palabras de los ángeles a los pastores cuando anunciaron el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo.  Sigue con una de alabanza al Padre. A continuación hay otra de petición de misericordia dirigida al Hijo y finalmente volvemos a una alabanza, esta vez a la Trinidad.

Esta oración se presta a ser cantada y hay muchísimas versiones de tradicionales a modernas. He enlazado el Gloria gregoriano de la preciosa Missa de Angelis, que en tiempos de mis padres se cantaba muy a menudo y todos lo sabían cantar y ahora, desgraciadamente, no se oye nunca. Espero que os guste.


Gloria
Gloria a Dios en el cielo
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.

Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos,
te adoramos, te glorificamos, te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso.

Señor, Hijo único Jesucristo,
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre:
Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros;
Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica;
Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros.

Porque solo Tú eres Santo, solo Tú, Señor,
solo Tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre.
Amén.


Gloria in excelsis Deo
Gloria in excelsis Deo
et in terra pax homínibus bonæ voluntatis.

Laudamus te, benedícimus te,
adoramus te, glorificamus te,
gratias ágimus tibi
propter magnam gloriam tuam,
Dómine Deus, Rex cælestis, Deus Pater omnípotens.

Dómine Fili unigénite Iesu Christe,
dómine Deus, Agnus Dei, Filius Patris,
qui tollis pecata mundi, miserere nobis;
qui tollis pecata mundi, súscipe deprecationem nostram;
qui sedes ad déxteram patris, miserere nobis.

Quoniam Tu solus Sanctus, Tu solus Dóminus,
Tu solus Altíssimus, Iesu Christe,
cum Sancto Spíritu in gloria Dei Patris.
Amén.



lunes, 8 de julio de 2019

Novena a la Santísima Virgen

Hoy empieza la novena de la Virgen del Carmen. Pero más que escribir una entrada para la novena específica para esta fiesta, he decidido escribir una para una novena a la Santísima Virgen, que puede usarse para cualquiera de sus fiestas. Naturalmente, uno puede preferir rezar una específica: hay muchísimas en Internet, incluyendo una muy completa, con meditaciones diarias, en la web de los carmelitas.

Esta novena que escribo es muy bonita, cada día se usa una oración a la virgen de un santo concreto: S. Bernardo, Sto. Tomás, S. Atanasio, etc. Son oraciones que pueden usarse en sí mismas, y que juntas hacen una novena espléndida. He añadido la versión en latín de la oración inicial y final: el Diablo odia el latín, hagámosle rabiar.

Una última cuestión: ¿cuándo empieza una novena? Por lo que he visto, algunos opinan que debe rezarse los nueve días anteriores a la fiesta en cuestión, acabando la novena el día anterior a la fiesta. En este caso, la novena del Carmen debería rezarse entre el 7 y el 15 de julio. Otros, veo, rezan la novena acabando el día mismo de la fiesta, para el Carmen, entre el 8 y el 16 de julio. No he visto una  entrada con autoridad que muestre que deba ser de una manera u otra (tampoco he buscado mucho) y el hecho que en todas partes pongan “primer día”, “segundo día” y no “7 de julio”, “8 de julio”, etc. me inclina a pensar que no es demasiado importante.

Novena de la Santísima Virgen

Por la señal de la Santa Cruz, etc.
Acto de contrición (Señor mío Jesucristo, etc.)

Oración de San Bernardo para empezar todos los días: 
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que ha acudido a vuestra protección
implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro
haya sido desamparado.
Animado por esta confianza, a Vos también acudo,
¡oh Madre, Virgen de las vírgenes!,
y, gimiendo bajo el peso de mis pecados,
me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana.
¡Oh, Madre de Dios!, no desechéis mis súplicas
antes bien escuchadlas y acogedlas benignamente.
Amén

Memorare, O piisima Virgo Maria,
non esse auditum a sæculo
quemquam ad tua currentem præsidia,
tuam implorantem auxilia, tua petentem suffragia,
esse derelictum.
Ego tali animatus confidentia,
ad te, Virgo Virginum, Mater,
curro, ad te venio, coram te gemens peccator assisto.
Noli, Mater Verbi, verba mea despicere,
sed audi propitia et exaudi.
Amen.

Oración de Sto. Tomás para el primer día:
Concededme, oh Reina del cielo,
que nunca se aparten de mi corazón el temor y el amor de tu Hijo santísimo; 
que por todos los beneficios recibidos, no por mis méritos, sino por la largueza de su piedad,
no cese de alabarle con humildes acciones de gracias;
que a las innumerables culpas cometidas suceda una leal y sincera confesión
y un firmísimo y doloroso arrepentimiento
y, finalmente, que logre merecer su gracia y su misericordia.
Suplico también, oh puerta del cielo y abogada de pecadores,
no consientas que jamás se aparte ni desvíe este siervo tuyo de la fe,
pero particularmente que en la hora postrera me mantenga con ella abrazado;
si el enemigo forzare sus astucias, no me abandone tu misericordia y tu gran piedad.
Por la confianza que tengo en ti puesta,
alcánzame de tu santísimo Hijo el perdón de todos mis pecados
y que viva y muera gustando las delicias de tu santo amor. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

––––––––––––

Oración de S. Atanasio para el segundo día:
Propio es de ti, Señora, que siendo tú, al mismo tiempo que esclava del Señor,
Madre de Dios, Reina y Señora, pues Dios quiso también ser Hijo tuyo,
no apartes de nosotros tu memoria,
habiendo de presentarnos ante el soberano e inexorable Juez, que, si a nosotros nos infunde pavor,
es para contigo sobremanera amable y te otorga cuantas gracias le pides,
pues eres llamada llena de gracia y de alegría, por haber sobrevenido en ti el Espíritu Santo.
Por esto, aún los ricos de la nación, los más favorecidos en justicia y santidad,
claman a ti e invocan tu protección.
No nos cierres las puertas de tu pecho
y deja que fluya sobre nosotros el mar de gracias que encierra. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

––––––––––––

Oración de S. Anselmo para el tercer día:
No son para contar, Reina clementísima, los que, habiendo invocado tu nombre,
han conseguido la eterna salvación;
¿y quieres que, invocándote yo, sea defraudado en mis esperanzas?
Tal vez no oyes mis clamores en razón de mi gran maldad;
pero, aún así, no dejaré de llamarte y de decirte con toda el alma:
Pues eres tan noble y benigna de condición, da oído a quién humildemente llama a tus puertas
y no le desatiendas en sus esperanzas, ni le abandones en su tribulación,
ni le dejes sin una palabra de perdón en medio de su pecado.
Sana con tus celestiales medicinas las profundas heridas en mi alma abiertas,
desátame de los carnales lazos que me aprisionan en la tierra
y abrígame siquiera con un jirón del espléndido manto de tu gloria. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

––––––––––––

Oración antigua para el cuarto día:
Ven, oh gloriosa Virgen María, ven y visítanos.
Ilumina nuestras almas dolientes y danos el vivir santamente.
Ven, salud del mundo, a lavar tantas manchas que nos afean,
a disipar tantas tinieblas que nos envuelven.
Ven, Señora de los pueblos, y apaga estas llamas de concupiscencia que nos abrasan;
arrójanos el manto de tu pureza y señala el seguro camino que nos ha de llevar a puerto.
Ven a visitar a los enfermos, a fortalecer a los débiles,
a dar firmeza a los que fluctúan entre mares de dudas.
Ven, estrella, luz de los mares, e infúndenos paz, gozo y devoción.
Ven, oh cetro de reyes, poderío de las naciones
y vuelve al seno de la fe, al amor y vida de su unidad
a las muchedumbres extraviadas que no conocen lo que conviene a su salud.
Ven, trayéndonos en tus manos los dones de tu casto, eterno esposo, el Espíritu Santo,
para que vivamos por su lumbre y calor
y sean nuestro sustento aquellos frutos eternos que nos han de merecer entrar
en la unidad de la vida bienaventurada. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

––––––––––––

Oración de S. Sofronio para el quinto día:
Amansa, oh piadosa Madre, las olas de tristeza y de congoja que combaten mi corazón;
apaga las llamas enemigas que me cercan;
embota los dardos que manos crueles vienen arrojando contra mi alma,
amenazando atravesarla y envenenarla y metiendo en ella la muerte.
Oh alegría bienaventurada, oh paz, oh serenidad de los que te invocan,
oh escudo y fortaleza de tus fieles servidores,
ven y tiende tu mano sobre las llagas recibidas y sobre las angustias que me atormentan.
Da suavidad y paz a mi entendimiento,
para que mi lengua engrandezca siempre la alteza de la merced recibida.
Devuélvenos en lluvias de gracias las alabanzas que te dirigimos;
abre ese manantial de gracias que por nosotros quiso encerrarse en ti
y no vivamos ya entre noches, incertidumbres y temores;
a ti seremos deudores de mercedes que jamás labios humanos podrán agradecer ni ponderar.
Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

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Oración de S. Ildefonso para el sexto día:
Oh clementísima Virgen que con mano piadosa repartes vida a los muertos,
salud a los enfermos, luz a los ciegos, solaz a los desesperados y consuelo a los que lloran.
Saca de los tesoros de tu misericordia refrigerio para mi ánimo quebrantado,
alegría para mi entendimiento y llamas de caridad para mi durísimo pecho.
Sé vida y salud de mi alma, dulzura y paz de mi corazón y suavidad y regocijo de mi espíritu.
Y, pues, tú eres estrella clarísima del mar, Madre llena de compasión,
endereza mis pasos, defiéndeme de riesgos de enemigos,
hasta aquella postrera y suspirada hora en la cual, asistido de tu auxilio,
enriquecido con tu gracia, vencidas las enemistades del infernal dragón,
salga de este mundo para los eternos y seguros gozos de la vida bienaventurada. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

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Oración de S. Juan Damasceno para el séptimo día:
Nadie está en el cielo más cerca de la Divinidad simplicísima que tú,
que tienes asiento sobre la cumbre de los querubines y sobre todos los ejércitos de los serafines,
y por esto no es posible que tu intercesión sufra repulsa, ni que sean desatendidos tus ruegos.
No nos falte tu auxilio mientras vivamos en este mundo perecedero;
alárganos tu mano, para que, obrando las obras de salud y huyendo de los caminos del mal,
demos seguro el paso de la eternidad.
Por ti esperamos que, al cerrar a este destierro los ojos de la carne, se abrirán los del alma
para anegarse en aquel piélago de soberana hermosura, de suavísimos deleites,
por el cual ansiosamente suspiran las almas regeneradas
y que nos anunció y mereció Cristo Señor nuestro haciéndonos ricos y salvos.
A Él por ti, Señora, rendimos gloria y alabanza, con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

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Oración de S. Efrén para el octavo día:
Oh Virgen purísima, Madre de Dios, Reina de todo lo creado,
levantada sobre todos los cortesanos del cielo y más resplandeciente y pura que los rayos del sol:
tú eres más gloriosa que los querubines, más santa que los serafines
y sin comparación más sublime y aventajada que todos los ejércitos del cielo.
Tú eres la esperanza de los patriarcas, la gloria de los profetas, la alabanza de los apóstoles,
honra de los mártires, alegría de los santos, ornamento de las sagradas jerarquías,
corona de las vírgenes, inaccesible por tu inmensa claridad,
princesa y guía de todos y doncella sacratísima;
por ti somos reconciliados con Cristo mi Señor.
Guárdame debajo de tus alas; y apiádate de mi que estoy sucio con mis pasiones
y manchado con los innumerables males que he cometido contra mi Juez y Creador.
No tengo otra confianza sino en ti, que eres el áncora de mi esperanza,
el puerto de mi salud y socorro oportuno en la tribulación. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

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Oración de S. Germán para el noveno día:
Ninguno se salva sino por ti, oh Virgen Santísima.
Ninguno se libra de males sino por ti, oh Virgen purísima.
Ninguno recibe gracias de Dios sino por ti, oh Virgen castísima.
Ninguno recibe misericordia sino por ti, oh Virgen venerabilísima.
¿Quién, después de tu bendito Hijo, tiene tanto cuidado del linaje humano como tú?
¿Quién así nos defiende en nuestras tribulaciones?
¿Quién tan presto nos socorre y nos libra de las tentaciones que nos acosan y persiguen?
Quién, con sus piadosos ruegos, intercede por los pecadores
y los libra de las penas que por sus pecados merecen?
Por esto recurrimos a ti, oh purísima y dignísima de toda alabanza y de todo obsequio.

Haz, que por medio de tus oraciones, que tanto pueden con el Señor,
las cosas eclesiásticas sean bien gobernadas y tú misma las conduzcas a puerto seguro.
Viste ricamente a los sacerdotes de justicia y de la gloria de la fe probada, inmaculada y sincera.
Dirige en estado próspero y tranquilo los cetros de los soberanos cristianos.
Sé, en tiempo de guerra, la protección del ejercito, que siempre milita bajo tu amparo,
y confirma al pueblo, para que conforme Dios lo tiene mandado,
persevere en el obsequio suave de la obediencia.
Sé el muro inexpugnable de este pueblo que te tiene a ti
como torre de refugio y cimiento que le sostiene.
Preserva la habitación de Dios y el decoro del templo de todo mal;
libra a cuantos te alaban, da redención a los cautivos
y sé refugio para el peregrino y consuelo para el desamparado.
Extiende, por fin, a todo el orbe tu mano auxiliadora, para que,
así como celebramos con alegría esta festividad, celebremos también
todas las demás que te dedicamos, en Cristo Jesus,
Rey de todas las cosas y verdadero Dios nuestro;
a quien sea la gloria y la fortaleza, junto con el Padre Eterno, que es principio de la vida,
y con el Espíritu coeterno, consubstancial, y que reina con los dos,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.


lunes, 18 de marzo de 2019

Letanía de S. José

Mañana es S. José, Patrón de la Iglesia Universal. Debía ser un hombre de pocas palabras, en los Evangelios no se recoge ni una sola palabra dicha por él, pero también debió ser viril y firme, protector de la Virgen y protector del Niño. Para celebrar su fiesta os adjunto las letanías de S. José. Aconsejo detenerse sobre sus títulos. Entre otros: custodio de vírgenes, jefe de la Sagrada Familia, patrono de los moribundos, terror de los demonios, protector de la Santa Iglesia. Es un gran santo a quien acogerse en momentos de necesidad.

Aquí tenéis las letanías, en español y en latín. Llevan aparejadas una indulgencia de 300 días.

(Un detalle para los no acostumbrados a las letanías: Si rezan varios, hay uno que guía y el resto contesta a cada invocación lo que está en cursiva en la primera de la serie. Las cinco primeras invocaciones sólo se repiten si rezan varios. Si es uno solo, no hace falta.)

Letanía de la San José

Señor, ten piedad – Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad – Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad – Señor, ten piedad
Cristo, óyenos – Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos – Cristo, escúchanos

Dios, Padre celestial, – ten piedad de nosotros
Dios, Hijo redentor del mundo,
Dios, Espíritu Santo,
Trinidad Santa, un solo Dios, – ten piedad de nosotros

Santa María, – ruega por nosotros
San José,
Ilustre descendiente de David,
Luz de los patriarcas,
Esposo de la Madre de Dios,
Custodio purísimo de la Virgen,
Nutricio del Hijo de Dios,
Diligente defensor de Cristo,
Jefe de la Sagrada Familia,
José justo,
José casto,
José prudente,
José fuerte,
José obediente,
José fiel,
Espejo de paciencia,
Amante de la pobreza,
Modelo de obreros,
Gloria de la vida doméstica,
Custodio de vírgenes,
Sostén de la familia,
Consuelo de los desdichados,
Esperanza de los enfermos,
Patrono de los moribundos,
Terror de los demonios,
Protector de la Santa Iglesia, – ruega por nosotros

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, – perdónanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, – escúchanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, – ten piedad de nosotros.

Lo nombró administrador de su casa – y señor de todas sus posesiones

Oración: ¡Oh, Dios, que con inefable providencia te dignaste elegir a S. José para esposo de tu Santísima Madre! Te rogamos nos concedas tenerlo como intercesor en el cielo, ya que lo veneramos como protector en la tierra. Tú que reinas por los siglos de los siglos. Amén.


En latín

Kyrie eleison – kyrie eleison
Christe eleison – Christe eleison
Kyrie eleison – kyrie eleison
Christe, audi nos – Christe, audi nos
Christe, exaudi nos – Christe, exaudi nos

Pare de cœlis, Deus – miserere nobis
Fili, Redemptor mundi, Deus,
Spiritu Sancte, Deus,
Sancta Trínitas, unus Deus,  – miserere nobis

Sancta Maria, – ora pro nobis
Sancte Ioseph,
Proles David ínclita,
Lumen patriarcharum,
Dei Genitricis sponse,
Custos pudice vírginis,
Fílii Dei nutricie,
Christi defensor sédule,
Almæ Familiæ Præses,
Ioseph iustíssime,
Ioseph castíssime,
Ioseph prudentíssime,
Ioseph fortíssime,
Ioseph obedientíssime,
Ioseph fidelíssime,
Spéculum patientiæ,
Amator paupertatis,
Exemplar opíficum,
Domesticæ vitæ decus,
Custos vírginum,
Familiarum cólumen,
Solatium miserorum,
Spes ægrotantium,
Patrone morientium,
Terror dæmonum,
Protector Sanctæ Ecclesiæ, – ora pro nobis

Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, –  parce nobis Dómine
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, –  exaudi nos, Dómine
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, –  miserere nobis.

Constituit eum dóminum domus suæ – et príncipem omnis possesionis suæ

Oremus: Deus, qui ineffábili providentia beatum Ioseph sanctissimæ Genitricis tuæ sponsum elígere dignatus es: præsta quæsumus; ut quem protectorem veneramur in terris, intercessorem habere mereamur in cælis. Qui vivis et regnas in sæculam sæculorum. Amen.






viernes, 18 de mayo de 2018

Secuencia del Espíritu Santo

Se acerca Pentecostés, el día de la venida del Espíritu Santo. La tercera persona de la Santísima Trinidad, a la cual tenemos un tanto olvidada. El año pasado publiqué el Veni Creator Spiritus. Este año toca a la secuencia de Espíritu Santo que se reza (o canta) en la misa de Pentecostés.

Tenemos una idea clara del Padre y del Hijo, pero no tanto del Espíritu Santo. Y eso que es quién nos ayuda a rezar, nos da sabiduría y fuerza. En casi todas las oraciones al Espíritu se pide que nos conceda los siete dones. Conocer cuáles son estos dones nos puede ayudar a conocer al Espíritu Santo.  El Catecismo de la Iglesia Católica solamente los menciona (números 1830 a 1832),  el Catecismo de S. Pio X se explaya un poco más (números 918 a 926). Por suerte hay páginas web con más explicaciones. Por ejemplo el de las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María. La información que muestro a continuación la he sacado de allí. Id a su página web para más. Los siete dones son:
  • Sabiduría: gusto para lo espiritual, capacidad de juzgar según la medida de Dios.  
  • Inteligencia (Entendimiento): Es una gracia del Espíritu Santo para comprender la Palabra de Dios y profundizar las verdades reveladas.
  • Consejo: Ilumina la conciencia en las opciones que la vida diaria le impone, sugiriéndole lo que es lícito, lo que corresponde, lo que conviene más al alma.
  • Fortaleza: Fuerza sobrenatural que sostiene la virtud moral de la fortaleza.  Para obrar valerosamente lo que Dios quiere de nosotros y sobrellevar las contrariedades de la vida. Para resistir las instigaciones de las pasiones internas y las presiones del ambiente. Supera la timidez y la agresividad.
  • Ciencia: Nos da a conocer el verdadero valor de las criaturas en su relación con el Creador.
  • Piedad: Sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura para con Dios como Padre y para con los hermanos como hijos del mismo Padre.
  • Temor de Dios: Es el temor a ofender a Dios, humildemente reconociendo nuestra debilidad. Nos da un espíritu contrito ante Dios, concientes de las culpas y del castigo divino, pero dentro de la fe en la misericordia divina.  
A continuación viene la Secuencia del Espíritu Santo en Español y en Latín. La versión en Español no es una traducción literal de la latina. Rezadla con devoción, y a menudo.

Secuencia del Espíritu Santo

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén.

--

Veni, Sancte Spiritus,
et emitte caelitus
lucis tuae radium.
Veni pater pauperum;
veni, dator munerum;
veni lumen cordium.

Consolator optime,
dulcis hospes animae,
dulce refrigerium.
In labor requies,
in aestu temperies,
in fletu solatium.

O lux beatíssima,
reple cordis intima
tuorum fidelium.
Sine tuo numine
nihil est in homine,
nihil est innoxium.

Lava quod est sordidum,
riga quod est aridum,
sana quod est saucium.
Flecte quod est rigidum,
fove quod est frigidum,
rege quod est devium.

Da tuis fidelibus
in te confidentibus,
sacrum septenarium.
Da virtutis meritum,
da salutis exitum,
da perenne gaudium. Amen.



miércoles, 11 de abril de 2018

Te Deum

El Te Deum es un himno de acción de gracias muy antiguo. Según una leyenda lo compusieron S. Ambrosio y S. Agustín, pero lo más probable es que lo compusiera el religioso griego Aniceto de Remesiana a mitad del S. IV.

Es un himno muy usado. Es parte del Oficio de Lecturas de la Liturgia de las Horas y se canta en acción de gracias en canonizaciones, ordenaciones sacerdotales y en la elección del Papa. Lo encuentro muy adecuado para este tiempo pascual.

Muchos compositores le han puesto música: Lully, Haendel, Haydn, Mozart, Dvorak, Bruckner… El que hemos oído casi todos aquí en Europa son los primeros compases del Te Deum de Charpentier: es la entradilla de Eurovisión.

Os lo dejo en latín y la traducción en Español. Siempre que estéis agradecidos al Señor, rezadlo.

Te Deum

Te Deum laudamus, te Dominum confitemur,
Te æternum Patrem omnis terra veneratur.

Tibi omnes Angeli, tibi cæli et universæ potestatis;
Tibi Cherubim et Seraphim, incessabili voce proclamant:

Sanctus, sanctus, sanctus, Dominus Deus Sabaoth.
Pleni sunt cæli et terra maiestatis tuae.

Te gloriosus Apostolorum chorus,
Te Prophetarum laudabilis numerus,
Te Martyrum candidatus laudat exercitus.

Te per orbem terrarum sancta confitetur Ecclesia:
Patrem inmensæ maiestatis;
Venerandum tuum verum et unicum Filium;
Sanctum quoque Paraclitum Spiritum.

Tu Rex gloriæ Christe.
Tu Patris sempiternus es Filius.
Tu ad liberandum suscepturus hominem non horruisiti Virginis uterum.

Tu devicto mortis aculeo, aperuisti credentibus regna cælorum.
Tu ad dexteram Dei sedes, in gloria Patris.

Iudex crederis esse venturus.

Te ergo, quæsumus, tuis famulis subveni, quos pretioso sanguine redemisti.
Aeterna fac cum sanctis tuis in gloria numerari.

Salvum fac populum tuum, Domine, et benedic hereditati tuæ.
Et rege eos, et extolle illos usque in æternum.

Per singulos dies benedicimus te.
Et laudamus nomen tuum in sæculum, et in sæculum sæculi.

Dignare, Domine, die isto sine peccato nos custodire.
Miserere nostri, Domine, miserere nostri.

Fiat misericordia tua, Domine, super nos quemadmodum speravimus in te.
In te, Domine, speravi: non confundar in æternum.

A ti, oh Dios

A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.
A ti, Eterno Padre, te venera toda la creación.

Los ángeles todos, los cielos y todas las potestades te honran;
Los Querubines y Serafines te cantan sin cesar:

Santo, santo, santo, es el Señor Dios del universo.
Los cielos y la tierra están llenos de la majestad de tu gloria.

A ti te ensalza el glorioso coro de los Apóstoles,
La multitud venerable de los Profetas,
El blanco ejército de los Mártires.

A ti, la Iglesia santa, extendida por toda la tierra, te proclama:
Padre de inmensa majestad;
Hijo único y verdadero, digno de adoración;
Espíritu Santo, Paráclito.

Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre, aceptaste la condición humana, sin desdeñar el seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte, abriste a los creyentes el reino del cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios en la gloria del Padre.

Creemos que un día has de venir como juez.

Te rogamos, pues, que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna nos asociemos a tus santos.

Salva a tu pueblo, Señor, y bendice tu heredad.
Sé su pastor y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos;
Y alabamos tu nombre para siempre, por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día, guardarnos del pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosostros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti.
En ti, Señor, confié: no me veré defraudado para siempre.

sábado, 24 de marzo de 2018

Stabat Mater

Estamos a las puertas de la Semana Santa. Dos de sus oraciones-cantos principales son el Pange Lingua para el Jueves Santo y para el Viernes Santo la que presentamos hoy, el Stabat Mater.

Es un rezo del S. XIII de autoría incierta. Las dos atribuciones con mayor probabilidad de ser ciertas son el Papa Inocencio III y el fraile franciscano Jacopone da Todi. Canta el sufrimiento de la Virgen María a los pies de la Cruz. El título, como es habitual, viene de la primera línea Stabat mater dolorosa (Estaba la Madre de pie sufriendo).

El canto está formado por veinte estrofas de 3 versos y es una meditación de la Pasión de Cristo a través del sufrimiento de la Virgen y que nos lleva a unirnos a Él. Es de gran belleza y dramatismo y ha recibido música de muchos grandes autores: Pergolesi, Rossini, Liszt, Penderecki… Naturalmente también existen versiones en gregoriano. Quizá la más conocida es la que adjunto, que es la que se canta en el Via Crucis del Viernes Santo en Roma en los cambios de estación.

Esta oración se escribió en latín y ha sido traducido a todos los idiomas. Os muestro el original latino –que es la que yo creo que se ha de rezar– y la traducción al Español que realizó Lope de Vega.


Stabat mater

Stabat mater dolorosa
juxta crucem lacrimosa
cum pendebat filius.

Cuius animam gementem
contristatam et dolentem
pertransivit gladius.

O quam tristis et afflicta
fuit illa benedicta
mater unigeniti

Quae maerebat et dolebat
et tremebat, cum videbat
nati poenas incliti.

Quis est homo qui non fleret
Matrem Christi si videret
in tanto supplicio?

Quis non posset contristari.
piam matrem contemplari
dolentem cum filio?

Pro peccatis suae gentis
Jesum vidit in tormentis
et flagellis subditum.

Videm suum dulcem natum
morientem desolatum
dum emisit spiritum.

Eja mater fons amoris,
me sentire vim doloris
fac ut tecum lugeam.

Fac ut ardeat cor meum
in amando Christum Deum,
ut sibi complaceam.

Sancta Mater, istud agas,
crucifixi fige plagas
cordi meo valide.

Tui nati vulnerati
tam dignati pro me pati
poenas mecum divide!

Fac me vere tecum flere,
crucifixo condolere,
donec ego vixero.

Juxta crucem tecum stare
te libenter sociare
in planctu desidero.

Virgo virginum praeclara,
mihi jam non sis amara,
fac me tecum plangere.

Fac ut portem Christi mortem,
passionis eius sortem
et plagas recolere.

Fac me plagis vulnerari,
cruce hac inebriari
ob amorem filii.

Inflamatus et accensus,
per te virgo sim defensus
in die judicii.

Fac me cruce custodiri,
morte Christi praemuniri,
confoveri gratia.

Quando corpus morietur
fac ut animae donetur
paradisi gloria.
Amen.



Versión de Lope de Vega

La madre piadosa parada
junto a la cruz y lloraba
mientras el hijo pendía.

Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.

¡Oh, cuán triste y cuán aflicta
se vio la madre bendita
de tantos tormentos llena!

Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.

Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?

Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?

Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce madre.

Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.

¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.

Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en Él que conmigo.

Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.

Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.

Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo.

Porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.

¡Virgen de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea.

Porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.

Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio.

Porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.

Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén.

Porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.


miércoles, 27 de septiembre de 2017

Oración de San Miguel

Dicen que el Papa Leon XIII tuvo una visión en la que Satanás le pedía tiempo y poder para poder destruir la Iglesia y Jesucristo se lo concedía. He buscado confirmación de la existencia de esta visión y he encontrado demasiadas inconsistencias: unos la sitúan el 13 de octubre de 1884, otros el 25 de septiembre de 1888. Unos dicen que el papa quedó en éxtasis unos minutos, otros que quedó inconsciente y pensaban que había muerto; unos dicen que Satanás pidió 75 años, otros dicen que 100. No me queda claro qué hay de verdad en esta historia.

Lo que sí he podido comprobar es que Leon XIII compuso y publicó en 1888 una oración en la que pide a S. Miguel que defienda la Iglesia y que dio orden de que se rezara al final de cada misa. Por esta orden papal, la oración a S. Miguel se incorporó a la misa. En 1934 la oración se acortó y tras el Concilio Vaticano II se suprimió del misal.

En los últimos 50 años hablar del demonio y del infierno está muy mal visto en la Iglesia. Como he comentado en mi otro blog, esto es un grave error. Aprovechando que se acerca la festividad de S. Miguel, os transcribo la oración de Leon XIII, tanto la original como la versión breve. En estos momentos de embrollo y división en la Iglesia necesitamos rezarla a menudo.


Oración de S. Miguel
(versión corta de 1934)
Arcángel S. Miguel, defiéndonos en la batalla: sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes; y tú, Príncipe de la milicia celestial, lanza al infierno con el divino poder a Satanás y a los otros malignos espíritus que discurren por el mundo para la perdición de las almas. Amén
Sancte Michaele Archangele, defende nos in proelio, contra nequitam et insidias diaboli esto praesidium. Imperit illi Deus, suplices deprecamur; tuque, Princeps militiae coelestis, Satanam aliosque spiritus malignos, qui a perditionem animarum pervagantur in mundo, divina virtute, in infernum detrude. Amen.


Oración de S. Miguel
(versión completa, Leon XIII,  de 1888: Acta Sanctae Sedis, Vol. XXIII, 1890-91, pp. 743 y ss.)
¡Oh glorioso príncipe de las milicias celestiales, S. Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate y terrible lucha que tenemos que sostener contra los poderes y potestades, contra los príncipes de este mundo de tinieblas y contra los malignos espíritus! Venid en auxilio de los hombres que Dios hizo inmortales, formó a su imagen y semejanza y redimió a gran precio de la tiranía del demonio. Pelea en este día con el ejército de los santos ángeles las batallas del Señor, como peleaste en otra ocasión con Lucifer, jefe de los soberbios, y contra los ángeles apóstatas, que fueron impotentes a resistiros y para los cuales no hubo ya lugar en el cielo.
Sí, ese monstruo, esa antigua serpiente que se llama demonio y Satanás, que seduce al mundo entero, fue precipitado con sus ángeles al fondo del abismo. Pero he aquí que este antiguo enemigo, este primer homicida, ha levantado fieramente la cabeza. Transfigurado en ángel de luz y seguido de toda la turba de espíritus malditos, recorre la tierra entera para apoderarse de ella y desterrar el nombre de Dios y de su Cristo para robar, matar y entregar a la eterna perdición las almas destinadas a la eterna corona de gloria. Además de los hombres de alma ya pervertida y corrompido corazón, este dragón perverso lanza encima, como un torrente de fango impuro, el veneno de su malicia, es decir, el espíritu de mentira, de impiedad y blasfemia, y el soplo emponzoñado de la impureza, de los vicios y de todas las abominaciones.
Enemigos llenos de astucia han llenado de injurias y saturado de amargura la Iglesia, esposa del Cordero Inmaculado y sobre sus más sagrados bienes han puesto sus manos criminales. En el mismo lugar santo, donde ha sido establecida la silla de Pedro y la cátedra de la verdad, que debe iluminar el mundo, han alzado el abominable trono de su impiedad, con la intención perversa de herir al Pastor y dispersar el rebaño.
Te suplicamos pues, oh Príncipe invencible, contra los ataques de esos espíritus réprobos, auxilia al pueblo de Dios y dale la victoria. Este pueblo te venera como su protector y patrono y la Iglesia se gloría de tenerte como defensor contra los malignos poderes del infierno. A ti te confió Dios el cuidado de conducir las almas a la beatitud celeste. Ruega pues al Dios de la paz que ponga bajo nuestros pies a Satanás vencido y de tal manera abatido que no pueda nunca más mantener a los hombres en la esclavitud, ni causar perjuicio a la Iglesia. Presenta nuestras oraciones ante la mirada del Todopoderoso para que las misericordias del Señor nos alcancen cuanto antes. Somete al dragón, la antigua serpiente que es diablo y Satán, encadénalo y precipítalo en el abismo, para que no pueda seducir a los pueblos. Amén.
V./ He aquí la Cruz del Señor, huyan potencias enemigas.
R./ Venció el León de Judá, el retoño de David.
V./ Que tus misericordias, oh Señor, se realicen sobre nosotros.
R./ Como hemos esperado de ti.
V./ Señor, escucha mi oración.
R./ Y que mis gritos se eleven hasta ti.
 Oremos: Oh Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu Santo Nombre e imploramos insistentemente tu clemencia, para que por la intercesión de María Inmaculada siempre Virgen, Madre nuestra,  y del glorioso S. Miguel Arcángel, te dignes auxiliarnos contra Satán y todos los otros espíritus inmundos que recorren la tierra para dañar al género humano y perder las almas. Amén.


martes, 12 de septiembre de 2017

Salve Regina

Hoy celebramos el Dulce Nombre de María (y Nuestra Señora de Lluc, patrona de Mallorca) y es justo y conviene que la oración de hoy sea una oración mariana. La Salve es probablemente la segunda oración mariana más conocida (tras el Ave María, naturalmente). Es muy antigua, del año 1000 o anterior. Se ha atribuído a mucha gente, entre otros a S. Bernardo de Claraval, que ahora se sabe sólo añadió la frase final («Oh clemens, oh pia, oh dulcis Virgo Maria»). A partir de ella se han creado muchas variantes locales, como la Salve rociera o la Salve marinera.

Se escribió originalmente en latín, como es natural de una oración tan antigua y creo que, incluso hoy en día, hay más gente que se la sabe en latín que en español. Al menos si propones cantar la Salve, todos empiezan «Salve regina, mater misericordiae…». Y esta versión gregoriana de la Salve (que incluyo al final) es quizá la canción católica más conocida: la he oído cantar multitudinariamente en España, Francia, Italia, Estados Unidos.

Salve regina

Salve regina, mater misericordiae
vita, dulcedo et spes nostra, salve.
Ad te clamamus, exsules filii Hevae,
ad te suspiramus, gementes et flentes, in hac lacrimarum valle.
Eia, ergo, advocata nostra, illos tuos misericordes oculos ad nos converte.
Et Iesum, benedictum, fructus ventris tui, nobis, post hoc exsilium, ostende.
Oh clemens, oh pia, oh dulcis Virgo Maria.

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia;
vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti clamamos, los exiliados hijos de Eva,
a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos
y, después de este destierro, muéstranos el fruto bendito de tu vientre, Jesús.
Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.