domingo, 29 de diciembre de 2019

Oración para la familia

Hoy, primer domingo después de Navidad, celebramos la Sagrada Familia. En la doctrina católica la familia es la base de la sociedad: la sociedad empieza de la familia, nace de la familia, se nutre de ella. La destrucción de la familia da lugar a la degradación de la sociedad, cosa que desgraciadamente estamos viendo.
Jesús quiso nacer en una familia y crecer en ella. Esta Sagrada Familia es el ejemplo para todas las familias cristianas: los padres debemos seguir el modelo de S. José, defendiéndola del mal y tomando las decisiones difíciles –la lectura de hoy nos recuerda que el ángel habló a S. José y fue S. José que tomó a la Virgen y al niño y se los llevó a Egipto–. Las madres deben seguir el modelo de la Virgen, manteniendo la firmeza en el hogar bajo la protección de su esposo y protegiendo primero y acompañando después a sus hijos, olvidándose de ella misma. Y los hijos deben ser obedientes con sus padres, como Jesús lo fue con los suyos: “[Jesús] Bajó con ellos, vino a Nazaret y les estaba sujeto.”  (Lc, 2, 51).
Debemos rezar por nuestras familias cada día. Yo me encomiendo a S. José por la mañanas, para que me ayude a ser buen padre y buen esposo, como él lo fue. Os dejo una oración a la familia de S. Juan Pablo II, que creo que recoge muy bien lo que las familias necesitamos y debemos ser.


Oración a la familia
S. Juan Pablo II

Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, Padre, que eres Amor y Vida, haz que cada familia humana sobre la tierra se convierta, por medio de tu hijo, Jesucristo, “nacido de mujer” y del Espíritu Santo, fuente de caridad divina, en verdadero santuario de la vida y del amor para las generaciones porque siempre se renuevan.

Haz que tu gracia guíe a los pensamientos y las obras de los esposos hacia el bien de sus familias y de todas las familias del mundo.

Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor.

Haz que el amor, corroborado por la gracia del sacramento del matrimonio, se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis, por las que a veces pasan nuestras familias.

Haz finalmente, te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, que la Iglesia en todas las naciones de la tierra pueda cumplir fructíferamente su misión en la familia y por medio de la familia. Tú, que eres la Vida, la Verdad y el Amor, en la unidad del Hijo y del Espíritu Santo.

martes, 24 de diciembre de 2019

La Sibil.la

Esta noche es Nochebuena y en todas las Misas del Gallo de Mallorca se va a cantar el Canto de la Sibil.la. Es un canto medieval que se ha mantenido desde entonces. No parece que se sepa exactamente de cuándo es. Probablemente es del siglo XIII y es en catalán de la época. Es tan importante en nuestra forma de vivir la Navidad que el Concilio de Trento, que prohibió las oraciones y manifestaciones en las liturgias en lengua vernácula hizo una excepción para este canto.

La Sibila es una profetisa, que anuncia la llegada del Salvador. Por la letra no parece un canto de Navidad, pues habla del juicio final y tiene un tono apocalíptico. Yo me sospecho que nuestra Navidad tierna y entrañable, del vuelve a casa por Navidad es reciente y que hasta hace un par de siglos la Navidad estaba centrada en la salvación, incluyendo los novísimos (muerte, juicio, cielo e infierno).

Es un canto muy particular y muy bonito. Es difícil de cantar y castiga bastante la voz. Por eso la soprano tiene que tomar descansos y aparecen los interludios de órgano o coro. Y también es posible que sea el motivo que se canta una versión reducida. Os pongo la versión completa (con la traducción al español) y marco con un paréntesis lo que no se canta ya. El video es del canto en la catedral de Palma en la Nochebuena del 2018. Escuchad primero y ya leeréis el texto después.

Feliz Navidad a todos.




Cant de la Sibil·la

El jorn del Judici
parrà el qui haurà fet servici.

Jesucrist, Rei universal,
homo i ver Déu eternal,
del cel vindrà per a jutjar
i a cada u lo just darà.

(Gran foc del cel devallarà,
mars, fonts i rius, tot cremarà.
Daran los peixos horribles crits
perdent los seus naturals delits

Ans del judici l'Anticrist vindrà
i a tot lo mon turment darà,
i se farà com Deu servir,
i que no el crega farà morir.

Lo seu regnat serà molt breu,
en aquell temps sots poder seu
moriràn màrtirs tots a un lloc
aquells dos sants, Elies i Enoc.

Lo sol perdrà sa claredat
mostrant-se fosc i entelat,
la lluna no darà claror
i tot lo mon serà tristor.)

Als mals dirà molt agrament:
—Anau, maleïts, en el turment;
anau, anau al foc etern
amb vostron príncep de lo infern.

Als bons dirà: -Fills meus, veniu!
benaventurats, posseïu
el Regne que us està aparellat
des que lo món va ésser creat.

Oh humil verge! Vos qui heu parit
Jesús infant en esta nit,
a vòstron Fill vullau pregar
que de l'infern vulla'ns lliurar.

El jorn del Judici
parrà el qui haurà fet servici.


Canto de la Sibila

El día del Juicio
perecerá el que haya hecho servicio.

Jesucristo, Rey universal,
hombre y verdadero Dios eterno,
del cielo vendrá para juzgar
y a cada uno lo justo dará.

(Un gran fuego del cielo bajará
mares, fuentes y ríos, todo lo quemará.
Daran los peces horribles gritos
perdiendo sus naturales regocijos.

Antes del Juicio el Anticristo vendrá
y a todo el mundo tormento dará
y se hará como Dios servir,
y el que no crea en él, lo hará morir.

Su reinado será muy breve
en aquellos tiempos bajo su poder
morirán mártires todos a la vez
aquellos dos santos, Elías y Enoc.

El sol perderá su claridad
mostrándose oscuro y entelado.
La luna no iluminará
y todo el mundo será oscuridad.)

A los malvados dirá muy amargamente:
– Id, malditos, al tormento;
id, id al fuego eterno
con vuestro príncipe del infierno.

A los justos dirá: –¡Hijos míos, venid!
Bienaventurados, poseed
el Reino que os he preparado
desde que el mundo fue creado.

¡Oh, humilde Virgen! Vos que habéis parido
Jesús niño esta noche,
a vuestro Hijo quered rogar
que del infierno nos quiera librar.

El día del Juicio
perecerá el que haya hecho servicio.

domingo, 8 de diciembre de 2019

A la Virgen Inmaculada

Esta es la oración que se usa como himno en laudes el día de la Inmaculada Concepción de la Virgen (8 de diciembre). Por el estilo, parece del siglo de Oro, quizá de Lope de Vega, pero no he podido encontrar la autoría en ningún sitio.  En todo caso, es preciosa y teológicamente precisa, y como poesía que es, se apresta a aprenderse de memoria para poder recitarla en cualquier ocasión. Y debe dar mucha alegría a la Virgen cada vez que se reza con devoción.



A la virgen Inmaculada

Ninguno del ser humano
como vos se pudo ver;
que a otros los dejan caer
y después le dan la mano.

Mas vos, Virgen, no caíste
como los otros cayeron,
que siempre la mano os dieron
con que preservada fuiste.

Yo, cien mil veces caído,
os suplico que me deis
la vuestra, y me levantéis
porque no quede perdido.

Y por vuestra concepción,
que fue de tan gran pureza,
conserva en mí la limpieza
del alma y del corazón,

Para que de esta manera
suba con vos a gozar
del que solo puede dar
vida y gloria verdadera.
Amén.

sábado, 30 de noviembre de 2019

Oración para pedir sabiduría

Hace unos días un compañero me pidió una oración para pedir sabiduría al Señor. Le recomendé varias oraciones al Espíritu Santo, pues la inteligencia y la sabiduría son dos de los siete dones del Espíritu Santo. También le recomendé esta, del libro de la Sabiduría (9, 1–6, 9–11) , que se reza en los laudes del sábado de la tercera semana. Me gusta especialmente pues indica cuál es la misión delo hombre en la tierra y cómo necesitamos la sabiduría que procede de Dios para poderla llevar a cabo. Siempre necesitamos sabiduría, pero quizá más en estos tiempos locos en los que vivimos.

Espero que os guste

Dame, Señor, la sabiduría
(Sb 9, 1–6, 9–11)

Dios de los padres y Señor de la misericordia,
que con tu palabra hiciste todas las cosas,
y en tu sabiduría formaste al hombre,
para que dominase sobre tus criaturas,
y para regir el mundo con santidad y justicia,
y para administrar justicia con rectitud de corazón.

Dame la sabiduría asistente de tu trono
y no me excluyas del número de tus siervos,
porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva,
hombre débil y de pocos años,
demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.

Pues, aunque uno sea perfecto
entre los hijos de los hombres,
sin la sabiduría, que procede de ti,
será estimado en nada.

Contigo está la sabiduría, conocedora de tus obras,
que te asistió cuando hacías el mundo,
y que sabe lo que es grato a tus ojos
y lo que es recto según tus preceptos.

Mándala de tus santos cielos,
y de tu trono de gloria envíala,
para que me asista en mis trabajos
y venga yo a saber lo que te es grato.

Porque ella conoce y entiende todas las cosas,
y me guiará prudentemente en mis obras,
y me guardará en tu esplendor.

domingo, 6 de octubre de 2019

Yo, pecador (Confiteor)

El camino de perfección de S. Juan de la Cruz contemplaba tres pasos: la vía purgativa, en donde nos liberamos de nuestros vicios y de todo aquello que nos lastra a tierra; la vía iluminativa, en la que vamos adquiriendo la sabiduría que nos lleva a Dios, y la vía unitiva, en la que nos unimos a Dios. Estas mismas tres fases están en la misa: empezamos con la vía purgativa, reconociendo nuestros pecados y pidiendo perdón por ellos, seguimos con la vía iluminativa, escuchando la palabra de Dios y el sermón del sacerdote, y acabamos con la vía unitiva de la comunión.

La oración principal de la vía purgativa es el Yo, pecador, o Confiteor. Esta oración, a diferencia del Credo o del Gloria, sufrió un cambio en la renovación de la misa de 1970. Antes se rezaba 3 veces: una vez el sacerdote sólo, a continuación lo rezaba todo el pueblo, y se volvía a rezar al final, justo antes de comulgar. Entiendo la lógica de esta reducción en repeticiones –aunque rezarlo justo antes de comulgar me parece muy bonito–. Lo que no entiendo es que se redujera el texto. No creo que sea por acortar 10 segundos la misa. En la versión tradicional se confesaba nuestra condición de pecador ante Dios, la Virgen, S. Miguel, S. Juan Bautista, los apóstoles (con S. Pedro y S. Pablo a la cabeza), a todos los santos y los fieles hermanos, y después se pedía la intercesión uno a uno de todos ellos. Ahora se confiesa sólo ante Dios y los hermanos y se pide la intercesión de la Virgen. Yo creo que confesar ante los santos es una prueba de humildad y pedir su intercesión es entrar más en la Comunión de los Santos.  Lamento la pérdida. Cuando lo rezo para mí, lo hago en la versión tradicional (y en latín, que me gusta más).

Os presento aquí esta oración, tanto en la versión actual como en la tradicional, en español y en latín.


Yo, pecador (versión actual)
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros hermanos
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso, ruego a Sta. María siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos, y a vosotros hermanos
que intercedáis por mí
ante Dios nuestro Señor. Amén.

Confiteor (versión actual)
Confiteor Deo omnipotenti,
et vobis, fratres,
quia peccavi nimis
cogiatione, verbo et opere.
Mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa.
Ideo precor beatam Maria semper Virginem,
omnes angelos et sanctos et vos, fratres,
orare pro me ad Dominum, Deum nostrum. Amen.


Yo, pecador (versión tradicional)
Yo, pecador, me confieso a Dios todopoderoso,
a la bienaventurada siempre Virgen María,
al bienaventurado S. Miguel Arcángel,
al bienaventurado S. Juan Bautista,
a los santos Apóstoles S. Pedro y S. Pablo,
a todos los santos y a vos, Padre,
que pequé gravemente con el pensamiento, palabra y obra.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por tanto ruego a la bienaventurada siempre Virgen María,
al bienaventurado S. Juan Bautista,
a los santos Apóstoles S. Pedro y S. Pablo,
a todos los santos y a vosotros hermanos,
que roguéis por mí a Dios nuestro Señor.

Confiteor (versión tradicional)
Confiteor Deo omnipotenti,
beatæ Maria, semper Virgine,
beato Michaeli Archangelo, beato Ioanni Baptistæ,
sanctis apóstolis Petro et Paulo, 
ómnibus Sanctis, et vobis fratres 
quia peccavi nimis
cogiatione, verbo et opere.
Mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa.
Ideo precor beatam Maria semper Virginem,
beatum Michaelem Archangelum, beatum Ioannem Baptistam,
sanctos Apóstolos Petrum et Paulum,
omnes Sanctos, et vos fratres,
orare pro me ad Dominum, Deum nostrum. Amen.


lunes, 9 de septiembre de 2019

Oraciones de preparación para la confesión

La confesión nunca ha sido el más popular de los sacramentos. La Iglesia obliga, por su segundo mandamiento de la Santa Madre Iglesia a “confesar los pecados mortales al menos una vez al año, y en peligro de muerte, y si se ha de comulgar”, pero creo que pocos lo hacen. Yo estuve una vez casi 20 años sin confesarme. Parece que no pasa nada, pero al final de ese tiempo mi alma estaba en muy mal estado. Lo sé, porque una confesión lo cambió todo. Ahora me confieso cada 3–4 semanas. Los beneficios de la confesión son grandes. El que esté interesado en leer más de esto, puede leer lo que he escrito en mi otro blog.

La confesión no es un acto, es todo un proceso con 5 pasos: examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de la enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia. No todo debe hacerse de una sentada: el examen de conciencia y dolor de los pecados conviene hacerlo más a menudo. Se suele recomendar hacerlo cada noche. De todas formas, antes de ir al confesionario conviene repasar los pecados cometidos.

Aquí os dejo dos oraciones para antes de la confesión: uno para antes de iniciar el proceso y otro para prepararse para el examen de conciencia.

Confesaos a menudo. De verdad que lo notaréis.


Oración para prepararse a la confesión

Omnipotente y sempiterno Dios, perdónanos a los que nos arrepentimos, sé bondadoso con los que te suplicamos y dígnate enviarnos tu gracia que sea remedio saludable a los que humildemente invocamos tu santo Nombre, nos acusamos de nuestros delitos según están en nuestra conciencia, lloramos nuestros pecados postrados ante tu divina clemencia y pedimos repetida y humildemente tu serenísima piedad; y concédenos, por la invocación de tu santísimo Nombre, que todos los que nos acercamos al sacramento de la penitencia para remisión de nuestros pecados obtengamos salud de alma y protección del cuerpo, por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Señor, que no quieres la muerte del pecador, sino la penitencia de sus pecados para que viva: mira benigno la fragilidad de nuestra condición humana y haz que por esta confesión, a la que nos acercamos para obtener el perdón, obtengamos la absolución de nuestras culpas y el premio de la penitencia, por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Oración para antes del examen de conciencia

Oh Señor Dos mío, que investigas los corazones y conoces las conciencias de los hombres: dame la gracia de examinar sinceramente y conocer verdaderamente la mía de manera que descubra todas mis malicias y pecados, para que, confesándolos bien todos y enmendándome de ellos, merezca tu perdón y gracia en la tierra y la entrada de la gloria en el cielo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

jueves, 18 de julio de 2019

Gloria

Cuando he sentido un enorme júbilo me he encontrado a menudo cantando el Gloria.  Es la oración más alegre de la misa. Quizá es porque lo asocio al repique de campanas cuando se reza en la Vigilia Pascual, no lo sé. Es una oración de jubilosa alabanza a Dios.

Es muy antigua, de los inicios mismos de la Iglesia. Por ejemplo se conoce una versión del S. III y seguramente no es la primera. Quizá es por su edad y por las múltiples versiones por lo que tiene una estructura un poco rara. Además, el ritmo con el que lo rezamos en misa no coincide con la estructura gramatical, con lo que parece que ni siquiera tiene frases claras. Buscando en mis libros y por Internet he encontrado variaciones de puntuación que ahonda en esta sensación de contener frases desestructuradas. He mirado con cuidado la versión en latín (que adjunto) y he puntuado de la manera que creo da más sentido a la oración. Sólo son cuatro frases, dirigidas a cuatro personas diferentes.

La primera son las palabras de los ángeles a los pastores cuando anunciaron el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo.  Sigue con una de alabanza al Padre. A continuación hay otra de petición de misericordia dirigida al Hijo y finalmente volvemos a una alabanza, esta vez a la Trinidad.

Esta oración se presta a ser cantada y hay muchísimas versiones de tradicionales a modernas. He enlazado el Gloria gregoriano de la preciosa Missa de Angelis, que en tiempos de mis padres se cantaba muy a menudo y todos lo sabían cantar y ahora, desgraciadamente, no se oye nunca. Espero que os guste.


Gloria
Gloria a Dios en el cielo
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.

Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos,
te adoramos, te glorificamos, te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso.

Señor, Hijo único Jesucristo,
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre:
Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros;
Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica;
Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros.

Porque solo Tú eres Santo, solo Tú, Señor,
solo Tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre.
Amén.


Gloria in excelsis Deo
Gloria in excelsis Deo
et in terra pax homínibus bonæ voluntatis.

Laudamus te, benedícimus te,
adoramus te, glorificamus te,
gratias ágimus tibi
propter magnam gloriam tuam,
Dómine Deus, Rex cælestis, Deus Pater omnípotens.

Dómine Fili unigénite Iesu Christe,
dómine Deus, Agnus Dei, Filius Patris,
qui tollis pecata mundi, miserere nobis;
qui tollis pecata mundi, súscipe deprecationem nostram;
qui sedes ad déxteram patris, miserere nobis.

Quoniam Tu solus Sanctus, Tu solus Dóminus,
Tu solus Altíssimus, Iesu Christe,
cum Sancto Spíritu in gloria Dei Patris.
Amén.



lunes, 8 de julio de 2019

Novena a la Santísima Virgen

Hoy empieza la novena de la Virgen del Carmen. Pero más que escribir una entrada para la novena específica para esta fiesta, he decidido escribir una para una novena a la Santísima Virgen, que puede usarse para cualquiera de sus fiestas. Naturalmente, uno puede preferir rezar una específica: hay muchísimas en Internet, incluyendo una muy completa, con meditaciones diarias, en la web de los carmelitas.

Esta novena que escribo es muy bonita, cada día se usa una oración a la virgen de un santo concreto: S. Bernardo, Sto. Tomás, S. Atanasio, etc. Son oraciones que pueden usarse en sí mismas, y que juntas hacen una novena espléndida. He añadido la versión en latín de la oración inicial y final: el Diablo odia el latín, hagámosle rabiar.

Una última cuestión: ¿cuándo empieza una novena? Por lo que he visto, algunos opinan que debe rezarse los nueve días anteriores a la fiesta en cuestión, acabando la novena el día anterior a la fiesta. En este caso, la novena del Carmen debería rezarse entre el 7 y el 15 de julio. Otros, veo, rezan la novena acabando el día mismo de la fiesta, para el Carmen, entre el 8 y el 16 de julio. No he visto una  entrada con autoridad que muestre que deba ser de una manera u otra (tampoco he buscado mucho) y el hecho que en todas partes pongan “primer día”, “segundo día” y no “7 de julio”, “8 de julio”, etc. me inclina a pensar que no es demasiado importante.

Novena de la Santísima Virgen

Por la señal de la Santa Cruz, etc.
Acto de contrición (Señor mío Jesucristo, etc.)

Oración de San Bernardo para empezar todos los días: 
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que ha acudido a vuestra protección
implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro
haya sido desamparado.
Animado por esta confianza, a Vos también acudo,
¡oh Madre, Virgen de las vírgenes!,
y, gimiendo bajo el peso de mis pecados,
me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana.
¡Oh, Madre de Dios!, no desechéis mis súplicas
antes bien escuchadlas y acogedlas benignamente.
Amén

Memorare, O piisima Virgo Maria,
non esse auditum a sæculo
quemquam ad tua currentem præsidia,
tuam implorantem auxilia, tua petentem suffragia,
esse derelictum.
Ego tali animatus confidentia,
ad te, Virgo Virginum, Mater,
curro, ad te venio, coram te gemens peccator assisto.
Noli, Mater Verbi, verba mea despicere,
sed audi propitia et exaudi.
Amen.

Oración de Sto. Tomás para el primer día:
Concededme, oh Reina del cielo,
que nunca se aparten de mi corazón el temor y el amor de tu Hijo santísimo; 
que por todos los beneficios recibidos, no por mis méritos, sino por la largueza de su piedad,
no cese de alabarle con humildes acciones de gracias;
que a las innumerables culpas cometidas suceda una leal y sincera confesión
y un firmísimo y doloroso arrepentimiento
y, finalmente, que logre merecer su gracia y su misericordia.
Suplico también, oh puerta del cielo y abogada de pecadores,
no consientas que jamás se aparte ni desvíe este siervo tuyo de la fe,
pero particularmente que en la hora postrera me mantenga con ella abrazado;
si el enemigo forzare sus astucias, no me abandone tu misericordia y tu gran piedad.
Por la confianza que tengo en ti puesta,
alcánzame de tu santísimo Hijo el perdón de todos mis pecados
y que viva y muera gustando las delicias de tu santo amor. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

––––––––––––

Oración de S. Atanasio para el segundo día:
Propio es de ti, Señora, que siendo tú, al mismo tiempo que esclava del Señor,
Madre de Dios, Reina y Señora, pues Dios quiso también ser Hijo tuyo,
no apartes de nosotros tu memoria,
habiendo de presentarnos ante el soberano e inexorable Juez, que, si a nosotros nos infunde pavor,
es para contigo sobremanera amable y te otorga cuantas gracias le pides,
pues eres llamada llena de gracia y de alegría, por haber sobrevenido en ti el Espíritu Santo.
Por esto, aún los ricos de la nación, los más favorecidos en justicia y santidad,
claman a ti e invocan tu protección.
No nos cierres las puertas de tu pecho
y deja que fluya sobre nosotros el mar de gracias que encierra. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

––––––––––––

Oración de S. Anselmo para el tercer día:
No son para contar, Reina clementísima, los que, habiendo invocado tu nombre,
han conseguido la eterna salvación;
¿y quieres que, invocándote yo, sea defraudado en mis esperanzas?
Tal vez no oyes mis clamores en razón de mi gran maldad;
pero, aún así, no dejaré de llamarte y de decirte con toda el alma:
Pues eres tan noble y benigna de condición, da oído a quién humildemente llama a tus puertas
y no le desatiendas en sus esperanzas, ni le abandones en su tribulación,
ni le dejes sin una palabra de perdón en medio de su pecado.
Sana con tus celestiales medicinas las profundas heridas en mi alma abiertas,
desátame de los carnales lazos que me aprisionan en la tierra
y abrígame siquiera con un jirón del espléndido manto de tu gloria. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

––––––––––––

Oración antigua para el cuarto día:
Ven, oh gloriosa Virgen María, ven y visítanos.
Ilumina nuestras almas dolientes y danos el vivir santamente.
Ven, salud del mundo, a lavar tantas manchas que nos afean,
a disipar tantas tinieblas que nos envuelven.
Ven, Señora de los pueblos, y apaga estas llamas de concupiscencia que nos abrasan;
arrójanos el manto de tu pureza y señala el seguro camino que nos ha de llevar a puerto.
Ven a visitar a los enfermos, a fortalecer a los débiles,
a dar firmeza a los que fluctúan entre mares de dudas.
Ven, estrella, luz de los mares, e infúndenos paz, gozo y devoción.
Ven, oh cetro de reyes, poderío de las naciones
y vuelve al seno de la fe, al amor y vida de su unidad
a las muchedumbres extraviadas que no conocen lo que conviene a su salud.
Ven, trayéndonos en tus manos los dones de tu casto, eterno esposo, el Espíritu Santo,
para que vivamos por su lumbre y calor
y sean nuestro sustento aquellos frutos eternos que nos han de merecer entrar
en la unidad de la vida bienaventurada. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

––––––––––––

Oración de S. Sofronio para el quinto día:
Amansa, oh piadosa Madre, las olas de tristeza y de congoja que combaten mi corazón;
apaga las llamas enemigas que me cercan;
embota los dardos que manos crueles vienen arrojando contra mi alma,
amenazando atravesarla y envenenarla y metiendo en ella la muerte.
Oh alegría bienaventurada, oh paz, oh serenidad de los que te invocan,
oh escudo y fortaleza de tus fieles servidores,
ven y tiende tu mano sobre las llagas recibidas y sobre las angustias que me atormentan.
Da suavidad y paz a mi entendimiento,
para que mi lengua engrandezca siempre la alteza de la merced recibida.
Devuélvenos en lluvias de gracias las alabanzas que te dirigimos;
abre ese manantial de gracias que por nosotros quiso encerrarse en ti
y no vivamos ya entre noches, incertidumbres y temores;
a ti seremos deudores de mercedes que jamás labios humanos podrán agradecer ni ponderar.
Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

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Oración de S. Ildefonso para el sexto día:
Oh clementísima Virgen que con mano piadosa repartes vida a los muertos,
salud a los enfermos, luz a los ciegos, solaz a los desesperados y consuelo a los que lloran.
Saca de los tesoros de tu misericordia refrigerio para mi ánimo quebrantado,
alegría para mi entendimiento y llamas de caridad para mi durísimo pecho.
Sé vida y salud de mi alma, dulzura y paz de mi corazón y suavidad y regocijo de mi espíritu.
Y, pues, tú eres estrella clarísima del mar, Madre llena de compasión,
endereza mis pasos, defiéndeme de riesgos de enemigos,
hasta aquella postrera y suspirada hora en la cual, asistido de tu auxilio,
enriquecido con tu gracia, vencidas las enemistades del infernal dragón,
salga de este mundo para los eternos y seguros gozos de la vida bienaventurada. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

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Oración de S. Juan Damasceno para el séptimo día:
Nadie está en el cielo más cerca de la Divinidad simplicísima que tú,
que tienes asiento sobre la cumbre de los querubines y sobre todos los ejércitos de los serafines,
y por esto no es posible que tu intercesión sufra repulsa, ni que sean desatendidos tus ruegos.
No nos falte tu auxilio mientras vivamos en este mundo perecedero;
alárganos tu mano, para que, obrando las obras de salud y huyendo de los caminos del mal,
demos seguro el paso de la eternidad.
Por ti esperamos que, al cerrar a este destierro los ojos de la carne, se abrirán los del alma
para anegarse en aquel piélago de soberana hermosura, de suavísimos deleites,
por el cual ansiosamente suspiran las almas regeneradas
y que nos anunció y mereció Cristo Señor nuestro haciéndonos ricos y salvos.
A Él por ti, Señora, rendimos gloria y alabanza, con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

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Oración de S. Efrén para el octavo día:
Oh Virgen purísima, Madre de Dios, Reina de todo lo creado,
levantada sobre todos los cortesanos del cielo y más resplandeciente y pura que los rayos del sol:
tú eres más gloriosa que los querubines, más santa que los serafines
y sin comparación más sublime y aventajada que todos los ejércitos del cielo.
Tú eres la esperanza de los patriarcas, la gloria de los profetas, la alabanza de los apóstoles,
honra de los mártires, alegría de los santos, ornamento de las sagradas jerarquías,
corona de las vírgenes, inaccesible por tu inmensa claridad,
princesa y guía de todos y doncella sacratísima;
por ti somos reconciliados con Cristo mi Señor.
Guárdame debajo de tus alas; y apiádate de mi que estoy sucio con mis pasiones
y manchado con los innumerables males que he cometido contra mi Juez y Creador.
No tengo otra confianza sino en ti, que eres el áncora de mi esperanza,
el puerto de mi salud y socorro oportuno en la tribulación. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

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Oración de S. Germán para el noveno día:
Ninguno se salva sino por ti, oh Virgen Santísima.
Ninguno se libra de males sino por ti, oh Virgen purísima.
Ninguno recibe gracias de Dios sino por ti, oh Virgen castísima.
Ninguno recibe misericordia sino por ti, oh Virgen venerabilísima.
¿Quién, después de tu bendito Hijo, tiene tanto cuidado del linaje humano como tú?
¿Quién así nos defiende en nuestras tribulaciones?
¿Quién tan presto nos socorre y nos libra de las tentaciones que nos acosan y persiguen?
Quién, con sus piadosos ruegos, intercede por los pecadores
y los libra de las penas que por sus pecados merecen?
Por esto recurrimos a ti, oh purísima y dignísima de toda alabanza y de todo obsequio.

Haz, que por medio de tus oraciones, que tanto pueden con el Señor,
las cosas eclesiásticas sean bien gobernadas y tú misma las conduzcas a puerto seguro.
Viste ricamente a los sacerdotes de justicia y de la gloria de la fe probada, inmaculada y sincera.
Dirige en estado próspero y tranquilo los cetros de los soberanos cristianos.
Sé, en tiempo de guerra, la protección del ejercito, que siempre milita bajo tu amparo,
y confirma al pueblo, para que conforme Dios lo tiene mandado,
persevere en el obsequio suave de la obediencia.
Sé el muro inexpugnable de este pueblo que te tiene a ti
como torre de refugio y cimiento que le sostiene.
Preserva la habitación de Dios y el decoro del templo de todo mal;
libra a cuantos te alaban, da redención a los cautivos
y sé refugio para el peregrino y consuelo para el desamparado.
Extiende, por fin, a todo el orbe tu mano auxiliadora, para que,
así como celebramos con alegría esta festividad, celebremos también
todas las demás que te dedicamos, en Cristo Jesus,
Rey de todas las cosas y verdadero Dios nuestro;
a quien sea la gloria y la fortaleza, junto con el Padre Eterno, que es principio de la vida,
y con el Espíritu coeterno, consubstancial, y que reina con los dos,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.


lunes, 13 de mayo de 2019

Oración a la Virgen de Fátima

Esta es la oración a la Virgen de Fátima que rezó el Papa Francisco con los fieles  en la víspera del centenario de la primera aparición, el 12 de mayo de 2017. Fue el rezo tras el rosario. Es una larga y bonita canción-oración, con estribillo, que es muy adecuada hoy, día de la Virgen de Fátima.


A la Virgen de Fátima
Papa Francisco

¡Salve, Reina, bienaventurada Virgen de Fátima, Señora del Corazón Inmaculado, refugio y camino que conduce a Dios!
Peregrino de la Luz que procede de tus manos, doy gracias a Dios Padre que, siempre y en todo lugar, interviene en la historia del hombre; peregrino de la Paz que tú anuncias en este lugar, alabo a Cristo, nuestra paz, y le imploro para el mundo la concordia entre todos los pueblos; peregrino de la esperanza que el Espíritu anima, vengo como profeta y mensajero para lavar los pies a todos, en torno a la misma mesa que nos une.

Ave o clemens, ave o pia! Salve Regina Rosarii Fatimæ. Ave o clemens, ave o pia! Ave o dulcis Virgo Maria.

¡Salve Madre de Misericordia, Señora de la blanca túnica!
En este lugar, desde el que hace cien años manifestaste a todo el mundo los designios de la misericordia de nuestro Dios, miro tu túnica de luz y, como obispo vestido de blanco, tengo presentes a todos aquellos que, vestidos con la blancura bautismal, quieren vivir en Dios y recitan los misterios de Cristo para obtener la paz.

Ave o clemens, ave o pia! Salve Regina Rosarii Fatimæ. Ave o clemens, ave o pia! Ave o dulcis Virgo Maria.

¡Salve vida y dulzura, salve esperanza nuestra, oh Virgen peregrina, oh Reina universal!
Desde lo más profundo de tu ser, desde tu Inmaculado Corazón, mira los gozos del ser humano cuando peregrina hacia la Patria Celeste. Desde lo más profundo de tu ser, desde tu Inmaculado Corazón, mira los dolores de la familia humana que gime y llora en este valle de lágrimas.
Desde lo más íntimo de tu ser, desde tu Inmaculado Corazón, adórnanos con el fulgor de las joyas de tu corona y haznos peregrinos como tú fuiste peregrina.
Con tu sonrisa virginal, acrecienta la alegría de la Iglesia de Cristo. Con tu mirada de dulzura fortalece la esperanza de los hijos de Dios. Con tus manos orantes que elevas al Señor, une a todos en la única familia humana.

Ave o clemens, ave o pia! Salve Regina Rosarii Fatimæ. Ave o clemens, ave o pia! Ave o dulcis Virgo Maria.

¡Oh piadosa, oh clemente, oh dulce Virgen María, Reina de Rosario de Fátima!
Haz que sigamos el ejemplo de los beatos Francisco y Jacinta, y de todos los que se entregan al anuncio del Evangelio.
Recorremos, así, todas la rutas, seremos peregrinos de todos los caminos, derribaremos todos los muros y superaremos todas las fronteras, yendo a todas las periferias, para revelar allí la justicia y la paz de Dios.
Seremos, con la alegría del Evangelio, la Iglesia vestida de blanco, de un candor blanqueado en la Sangre del Cordero, derramada también hoy en todas la guerras que destruyen el mundo en que vivimos.
Y así seremos como tú, imagen de la columna refulgente que ilumina los caminos del mundo, manifestando a todos que Dios existe, que Dios está, que Dios habita en medio de su pueblo ayer, hoy, y por toda la eternidad.

Ave o clemens, ave o pia! Salve Regina Rosarii Fatimæ. Ave o clemens, ave o pia! Ave o dulcis Virgo Maria.

¡Salve, Madre del Señor, Virgen María, Reina del Rosario de Fátima!
Bendita entre todas las mujeres, eres la imagen de la Iglesia vestida de luz pascual, eres el orgullo de nuestro pueblo, eres el triunfo frente a los ataques del mal.
Profecía del amor misericordioso del Padre, maestra del anuncio de la Buena Noticia del Hijo, signo del fuego ardiente del Espíritu santo, enséñanos, en este valle de alegrías y de dolores, las verdades eternas que el Padre revela a los pequeños.
Muéstranos la fuerza de tu manto protector. En tu Corazón Inmaculado, sé el refugio de los pecadores y el camino que conduce a Dios.
Unido a mis hermanos en la fe, la esperanza y el amor, me entrego a ti. Unido a mis hermanos, por ti me consagro a Dios, oh Virgen del Rosario de Fátima.
Y cuando al final me vea envuelto por la Luz que nos viene de tus manos, daré gloria al Señor por los siglos de los siglos.
Amén.

martes, 16 de abril de 2019

Hora Santa

El Jueves Santo por la noche se realiza la Hora Santa, en la que se rememora la Agonía en el Huerto de los Olivos.  Esta es el guión de la Hora Santa que vamos a celebrar en la parroquia de la Virgen del Carmen en la barriada del Coll d'en Rebassa, Palma de Mallorca.

Hora Santa
Jueves Santo, 2019

Introducción

En esta Hora Santa rememoramos, revivimos, la agonia de Nuestro Señor Jesucristo en el huerto de Getsemaní.  Entonces Jesús pidió a sus discípulos que lo acompañaran y que velaran con Él.  Hoy nos pide a nosotros lo mismo: que estemos con Él en esta hora de dolor, velando una hora.  Simplemente estando aquí ya cumplimos esta importante misión.

Pero podemos aprovechar esta hora para contemplar la agonía de Nuestro Señor, para entender mejor lo que sufrió y por qué lo sufrió; para entender mejor lo que significó su juicio, pasión y muerte.  Esta hora de contemplación y reflexión nos ayudará a vivir mejor esta Pascua, a vivir mejor nuestra vida y a avanzar en el camino de la salvación de nuestras almas.

La estructura de esta Hora Santa está resumida en las hojas que hemos entregado.  Leeremos cuatro fragmentos de las Escrituras y de otros textos.  Cada una será seguida de un breve salmo o canto, un rato de silencio y una breve oración.  El rato de silencio lo podemos aprovechar para contemplar al Señor, reflexionar sobre lo leído o hacer cualquier tipo de oración que queramos.  El tiempo de silencio será aproximadamente el del rezo de un misterio del rosario.

Tras las cuatro lecturas con sus cantos y silencio habrá unas preces y una oración final.

Primera lectura: Mc 14, 32--41
Tras la cena llegan a un lugar llamado Getsemaní.  Y les dice a sus discípulos: sentaos aquí, mientras hago oración.  Y se llevó con él a Pedro, a Santiago y a Juan y comenzó a afligirse y a sentir angustia.  Y les dice: «Mi alma está triste hasta la muerte.  Quedaos aquí y velad».  Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, a ser posible, se alejase de él aquella hora.  Decía: «¡Abbá, Padre!  Todo te es posible, aparta de mí este cáliz; pero que no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú».  Vuelve y los encuentra dormidos y le dice a Pedro: «Simón, ¿duermes?  ¿No has sido capaz de velar una hora?  Velad y orad para no caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es débil».  De nuevo se apartó y oró diciendo las mismas palabras.  Al volver los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados de sueño; y no sabían qué responderle.  Vuelve por tercera vez y les dice: «¿Aún podéis dormir y descansar…?  Se acabó; llegó la hora.  Mirad que el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.  Levantaos, vamos; ya llega el que me va a entregar».
Salmo 130.
Respondemos Mi alma aguarda al Señor, como el centinela a la aurora. 

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela  a la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

(Unos minutos de silencio)

Oremos: Oh Dios, que amas sin límite y devuelves la inocencia, atrae hacia ti los corazones de tus siervos para que, a pesar de nuestra debilidad, llenos del fervor de tu Espíritu, permanezcamos firmes en la fe y eficaces en las obras.  Te lo pedimos por Nuestro Señor Jesucristo.

Segunda lectura: Jn 3, 11--2
Nuestro Señor dijo a Nicodemo: «En verdad, en verdad te digo que hablamos de lo que sabemos, y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio.  Si os he hablado de cosas terrenas y no creéis, ¿cómo ibais a creer si os hablara de cosas celestiales?  Pues nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del Hombre.  Igual que Moisés levantó la serpiente en el desierto, así debe ser levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea tenga vida eterna en él.  Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.  Pues Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.  El que cree en él no es juzgado; pero quien no cree ya está juzgado, porque no cree en el nombre del Hijo Unigénito de Dios.  Éste es el juicio: que vino la luz al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.  Pues todo el que obra mal odia la luz y no viene a la luz, para que sus obras no le acusen.  Pero el que obra según la verdad viene a la luz, para que sus obras se pongan de manifiesto, porque han sido hechas según Dios».
Canto: Cristo, recuérdame

Cristo, recuérdame
cuando llegues a tu reino.

(Unos minutos de silencio)

Oremos: Te pedimos, Señor Dios nuestro, que, con tu ayuda, avancemos animosamente hacia aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo.  Te lo pedimos por Nuestro Señor Jesucristo.

Tercera lectura: de Vida de Cristo, del Venerable  Fulton Sheen, cap. 41
Es bastante probable que la Agonía en el Jardín le costara a Nuestro Señor Jesucristo mucho más sufrimiento que incluso el dolor físico de la Crucifixión y quizá empujara a su alma a regiones de mayor oscuridad que cualquier otro momento de la Pasión, tal vez con la excepción de aquel en la Cruz en la que gritó «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
Este fue el momento en el que Nuestro Señor, en obediencia a la voluntad del Padre, tomó sobre sí las iniquidades del mundo entero y cargó con los pecados.  Sintió la agonía y la tortura de aquellos que niegan su culpa, o que pecan con impunidad y no hacen penitencia alguna.  Era el preludio de la espantosa deserción que tuvo que resistir y en el que Él pagó a la justicia de su Padre la deuda que habíamos contraído nosotros: el ser tratado como pecador.  Fue aniquilado como un pecador, Él que no tenía pecado.  Esto es lo que provocó su agonía, la mayor que haya visto el mundo.
Del cuarto canto del siervo (Is. 53: 4--7, 11--12)
Respondemos Él cargó con nuestros pecados.

Mi siervo soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado
pero Él fue traspasado por nuestras rebeliones
triturado por nuestros crímenes.

Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino
y el Señor cargó sobre Él todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca:
como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador
enmudecía y no abría la boca.

Mi siervo, justificará a muchos porque cargó con los crímenes de ellos.
Le daré una multitud como parte y tendrá como despojo una muchedumbre.
Porque expuso su vida a la muerte
y fue contado entre los pecadores
Él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

(Unos minutos de silencio)

Oremos: Perdona las culpas de tu pueblo, Señor, y que tu amor infinito, que te llevó a tu agonía y tu muerte, nos libren de las ataduras del pecado, que hemos cometido a causa de nuestra debilidad.

Cuarta lectura: Jn 18, 1--12
Dicho esto, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto en el que entraron él y sus discípulos.  Judas, el que le iba a entregar, conocía el lugar, porque Jesús se reunía frecuentemente allí con sus discípulos.  Entonces Judas se llevó con él a la cohorte y a los servidores de los príncipes de los sacerdotes y de los fariseos, y llegaron allí con linternas, antorchas y armas.  Jesús, que sabía todo lo que le iba a ocurrir, se adelantó y les dijo: «¿A quién buscáis?» Respondieron «A Jesús el Nazareno».  Jesús les contestó: «Yo soy».  Judas, el que le iba a entregar, estaba con ellos.  Cuando les dijo: «Yo soy», se echaron hacia atrás y cayeron en tierra.  Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscáis?» Respondieron «A Jesús el Nazareno».  Jesús contestó: «Os he dicho que yo soy; si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos».  Así se cumplió la palabra que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste».  Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó, hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.  El criado se llamaba Malco.  Jesús le dijo a Pedro: «Envaina tu espada.  ¿Acaso no voy a beber el cáliz que el Padre me ha dado?» Entonces la cohorte, el tribuno y los servidores de los judíos prendieron a Jesús y le ataron.
Canto: In manus tuas, Pater.

In manus tuas, Pater,
comendo spíritum meum

(Unos minutos de silencio)

Oremos: Oh, Dios, que para librarnos del peso de nuestros pecados, quisiste que tu Hijo soportase por nosotros el suplicio de la cruz, concédenos acompañarle con fervor en el camino de su Pasión para alcanzar así la gracia de la resurrección.  Te lo pedimos por Nuestro Señor Jesucristo.

Preces

Adoremos a nuestro Redentor, que por nosotros y por todos los hombres quiso morir y ser sepultado para resucitar de entre los muertos, y supliquémosle diciendo  Señor, ten piedad de nosotros.

– Redentor nuestro, concédenos que, por la penitencia, nos unamos más plenamente a tu pasión, para que consigamos la gloria de la resurrección. Oremos.

– Señor y Maestro nuestro, que por nosotros te sometiste incluso a la muerte, enséñanos a someternos siempre a la voluntad del Padre. Oremos.

– Tú, que siendo nuestra vida, quisiste morir en la cruz para destruir la muerte y todo su poder, haz que contigo sepamos morir también al pecado y resucitemos contigo a una vida nueva. Oremos.

– Rey nuestro, que como un gusano fuiste el desprecio del pueblo y la vergüenza de la gente, haz que tu Iglesia no se acobarde ante la humillación, sino que, como tú, proclame en toda circunstancia el 
honor del Padre. Oremos.

– Salvador de todos los hombres, que diste tu vida por los hermanos, enséñanos a amarnos mutuamente con un amor semejante al tuyo. Oremos.

– Tú, que al ser elevado en la cruz atrajiste hacia ti a todos los hombres, reúne en tu reino a todos los hijos de Dios dispersos por el mundo. Oremos.

Oración final
Dios todopoderoso y eterno, que hiciste que nuestro Salvador se encarnase y soportara la cruz para que imitemos su ejemplo de humildad, concédenos, propicio, aprender las enseñanzas de la Pasión y participar de la resurrección gloriosa.  Te lo pedimos por Nuestro Señor Jesucristo.


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Los cantos:

Cristo, recuérdame.


In manus tuas, Pater


miércoles, 20 de marzo de 2019

Adopción espiritual de un niño no nacido

El aborto es posiblemente el mayor mal de este mundo. Millones de bebés con cara y ojos han sido descuartizados y tirados a la basura o usados como producto químico. Y esto se hace como si fuera lo más normal del mundo. Ante tamaña vileza lo primero que hemos de hacer es rezar.

Pero rezar por los millones de niños abortados puede vacío y abstracto. Mejor convertirlo en algo personal: adopta espiritualmente a un niño en peligro de ser abortado. Rezas por él durante nueve meses y así te conviertes en su padre espiritual. Durante vuestra vida en la tierra sólo Dios conocerá vuestra relación, pero después lo conocerás en el cielo.

La adopción espiritual de niños no nacidos fue iniciada o promovida por el Venerable Arzobispo Fulton J. Sheen. Hay muchas páginas con más información, por ejemplo https://www.adopcionespiritual.orghttp://rosarioporlavida.ning.com/profiles/blogs/adopcion-espirtual-de-un-bebe y

Sólo puedes adoptar un niño cada vez, pero puedes adoptar uno cada nueve meses si quieres. Hay quien usa la Solemnidad de la Anunciación para iniciar las oraciones, yo prefiero empezar unos días antes, por San José.

Formalmente, la adopción empieza con una promesa solemne:
Santísima María, Madre de Dios, todos los Ángeles y Santos: Llevado por el deseo de ayudar a la defensa de los niños no nacidos, me propongo firmemente y declaro, que desde el día… tomo en adopción espiritual un niño, cuyo nombre sólo a Dios es conocido, y por nueve meses, cada día, rezar por la salvación de su vida y por una vida justa y honesta tras su nacimiento.  Prometo:
- Rezar cada día la oración en intención del niño concebido
- Rezar cada día un misterio del S. Rosario.
- Cumplir otra penitencia voluntaria
La oración en intención del niño no concebido, que debe rezarse cada día, es la siguiente:
Señor Jesús: por mediación de Tu Madre María, que te dio a luz con amor, y por intercesión de San José, que se ocupó de Ti tras el nacimiento, te pido por ese niño no nacido que he adoptado espiritualmente, y que se encuentra en peligro de ser abortado.  Te pido que des a los padres de ese niño amor y valor para que le permitan vivir la vida que Tú mismo le has preparado. Amén.
 Y cuando el niño haya “nacido”, incorpóralo a las oraciones para tu familia.

lunes, 18 de marzo de 2019

Letanía de S. José

Mañana es S. José, Patrón de la Iglesia Universal. Debía ser un hombre de pocas palabras, en los Evangelios no se recoge ni una sola palabra dicha por él, pero también debió ser viril y firme, protector de la Virgen y protector del Niño. Para celebrar su fiesta os adjunto las letanías de S. José. Aconsejo detenerse sobre sus títulos. Entre otros: custodio de vírgenes, jefe de la Sagrada Familia, patrono de los moribundos, terror de los demonios, protector de la Santa Iglesia. Es un gran santo a quien acogerse en momentos de necesidad.

Aquí tenéis las letanías, en español y en latín. Llevan aparejadas una indulgencia de 300 días.

(Un detalle para los no acostumbrados a las letanías: Si rezan varios, hay uno que guía y el resto contesta a cada invocación lo que está en cursiva en la primera de la serie. Las cinco primeras invocaciones sólo se repiten si rezan varios. Si es uno solo, no hace falta.)

Letanía de la San José

Señor, ten piedad – Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad – Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad – Señor, ten piedad
Cristo, óyenos – Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos – Cristo, escúchanos

Dios, Padre celestial, – ten piedad de nosotros
Dios, Hijo redentor del mundo,
Dios, Espíritu Santo,
Trinidad Santa, un solo Dios, – ten piedad de nosotros

Santa María, – ruega por nosotros
San José,
Ilustre descendiente de David,
Luz de los patriarcas,
Esposo de la Madre de Dios,
Custodio purísimo de la Virgen,
Nutricio del Hijo de Dios,
Diligente defensor de Cristo,
Jefe de la Sagrada Familia,
José justo,
José casto,
José prudente,
José fuerte,
José obediente,
José fiel,
Espejo de paciencia,
Amante de la pobreza,
Modelo de obreros,
Gloria de la vida doméstica,
Custodio de vírgenes,
Sostén de la familia,
Consuelo de los desdichados,
Esperanza de los enfermos,
Patrono de los moribundos,
Terror de los demonios,
Protector de la Santa Iglesia, – ruega por nosotros

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, – perdónanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, – escúchanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, – ten piedad de nosotros.

Lo nombró administrador de su casa – y señor de todas sus posesiones

Oración: ¡Oh, Dios, que con inefable providencia te dignaste elegir a S. José para esposo de tu Santísima Madre! Te rogamos nos concedas tenerlo como intercesor en el cielo, ya que lo veneramos como protector en la tierra. Tú que reinas por los siglos de los siglos. Amén.


En latín

Kyrie eleison – kyrie eleison
Christe eleison – Christe eleison
Kyrie eleison – kyrie eleison
Christe, audi nos – Christe, audi nos
Christe, exaudi nos – Christe, exaudi nos

Pare de cœlis, Deus – miserere nobis
Fili, Redemptor mundi, Deus,
Spiritu Sancte, Deus,
Sancta Trínitas, unus Deus,  – miserere nobis

Sancta Maria, – ora pro nobis
Sancte Ioseph,
Proles David ínclita,
Lumen patriarcharum,
Dei Genitricis sponse,
Custos pudice vírginis,
Fílii Dei nutricie,
Christi defensor sédule,
Almæ Familiæ Præses,
Ioseph iustíssime,
Ioseph castíssime,
Ioseph prudentíssime,
Ioseph fortíssime,
Ioseph obedientíssime,
Ioseph fidelíssime,
Spéculum patientiæ,
Amator paupertatis,
Exemplar opíficum,
Domesticæ vitæ decus,
Custos vírginum,
Familiarum cólumen,
Solatium miserorum,
Spes ægrotantium,
Patrone morientium,
Terror dæmonum,
Protector Sanctæ Ecclesiæ, – ora pro nobis

Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, –  parce nobis Dómine
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, –  exaudi nos, Dómine
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, –  miserere nobis.

Constituit eum dóminum domus suæ – et príncipem omnis possesionis suæ

Oremus: Deus, qui ineffábili providentia beatum Ioseph sanctissimæ Genitricis tuæ sponsum elígere dignatus es: præsta quæsumus; ut quem protectorem veneramur in terris, intercessorem habere mereamur in cælis. Qui vivis et regnas in sæculam sæculorum. Amen.






sábado, 23 de febrero de 2019

Vuestra soy, para vos nací.

Estudié este poema de Sta. Teresa de Jesús en clase de literatura (en esos tiempos estudiábamos poesía y obras religiosas). Hace unos días, no sé por qué me acordé de algunas líneas y la busqué y reaprendí. Se parece en objetivo a la oración de Charles de Foucauld Padre, me pongo en tus manos.

Me sorprendió la estructura: una introducción, un recordatorio que somos de Dios pues nos ha creado, salvado, esperado; la aceptación de vivir para Dios, de ser criado de Dios; una enumeración de extremos que estamos dispuestos a aceptar si Dios nos lo da o nos lo pide: salud-enfermedad, alegría-tristeza, oración-sequedad, holganza-trabajo; se compara a momentos y personas de las Escrituras y finalmente acaba volviendo al inicio: que somos de Dios y queremos hacer lo que Él nos mande.

Estilísticamente, como es común en Sta. Teresa, hay una frase que se repite al final de cada estrofa. En este caso «¿Qué mandáis hacer de mi?».

Vuestra soy, para Vos nací
Sta. Teresa de Jesús

Vuestra soy, para Vos nací:
¿Qué mandáis hacer de mí?

Soberana Majestad,
Eterna Sabiduría,
Bondad buena al alma mía;
Dios, Alteza, un ser, bondad,
La gran vileza mirad
Que hoy os canta amor así.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, porque me criastes,
Vuestra, pues me redimistes,
Vuestra, pues me sufristes,
Vuestra, pues que me llamastes,
Vuestra, porque me esperastes,
Vuestra, pues no me perdí.
¿Qué mandáis hacer de mí?

¿Qué mandáis, pues, buen Señor,
Que haga tan vil criado?
¿Cuál oficio le habéis dado
A este esclavo pecador?
Veisme aquí, mi dulce Amor,
Amor dulce, veisme aquí.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Veis aquí mi corazón:
Yo le pongo en vuestra palma
mi cuerpo, mi vida y alma,
Mis entrañas y afición,
Dulce Esposo y redención,
pues por vuestra me ofrecí.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme muerte, dadme vida,
Dad salud o enfermedad,
Honra o deshonra me dad,
Dadme guerra o paz crecida,
Flaqueza o fuerza cumplida,
Que a todo digo que sí.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme riqueza o pobreza,
Dad consuelo o desconsuelo,
Dadme alegría o tristeza,
Dadme infierno o dadme cielo,
Vida dulce, sol sin velo,
Pues del todo me rendí.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Si queréis, dadme oración;
Si no, dadme sequedad.
Si abundancia y devoción
Y si no, esterilidad.
Soberana Majestad
Sólo hallo paz aquí.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme, pues, sabiduría
O, por amor, ignorancia;
Dadme años de abundancia
O de hambre y carestía;
Dad tiniebla o claro día
Revolvedme aquí o allí.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Si queréis que esté holgando
Quiero por amor holgar;
Si me mandáis trabajar
Morir quiero trabajando.
Decid dónde, cómo y cuándo.
Decid, dulce Amor, decid.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme Calvario o Tabor,
Desierto o tierra abundosa,
Sea Job en el dolor
O Juan, que al pecho reposa.
Sea viña fructuosa
O estéril, si cumple así.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Sea José puesto en cadenas
O de Egipto adelantado;
O David, sufriendo penas,
O ya David encumbrado;
Sea Jonás anegado
O libertado de allí.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Esté callando o hablando,
Haga fruto o no le haga,
Muéstreme la Ley mi llaga,
Goce de Evangelio blando,
Esté penando o gozando,
Sólo Vos en mí viví.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, para Vos nací:
¿Qué mandáis hacer de mí?