Esta es la oración que se usa como himno en laudes el día de la Inmaculada Concepción de la Virgen (8 de diciembre). Por el estilo, parece del siglo de Oro, quizá de Lope de Vega, pero no he podido encontrar la autoría en ningún sitio. En todo caso, es preciosa y teológicamente precisa, y como poesía que es, se apresta a aprenderse de memoria para poder recitarla en cualquier ocasión. Y debe dar mucha alegría a la Virgen cada vez que se reza con devoción.
A la virgen Inmaculada
Ninguno del ser humano
como vos se pudo ver;
que a otros los dejan caer
y después le dan la mano.
Mas vos, Virgen, no caíste
como los otros cayeron,
que siempre la mano os dieron
con que preservada fuiste.
Yo, cien mil veces caído,
os suplico que me deis
la vuestra, y me levantéis
porque no quede perdido.
Y por vuestra concepción,
que fue de tan gran pureza,
conserva en mí la limpieza
del alma y del corazón,
Para que de esta manera
suba con vos a gozar
del que solo puede dar
vida y gloria verdadera.
Amén.
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