Los que siguen este blog saben que la falta de humildad es uno de mis pecados habituales. Por eso me llamó mucho la atención esta letanía de la humildad que encontré en el prólogo del libro del cardenal Robert Sarah La fuerza del silencio. Frente a la dictadura del ruido.
Es una oración que rezaba el cardenal hispano-inglés Rafael Merry del Val. Tras retirarse, la recitaba al final de la misa de cada día. Contrario a lo que dice el libro, no la compuso él: existía una versión anterior en un devocionario inglés, el Handbook of Prayer del Midwest Theological Forum, de autor desconocido. Probablemente el cardenal la adaptó y siendo un personaje muy conocido –fue secretario de Estado de S. Pío X– la popularizó.
Es una oración que me impactó desde la primera vez que la leí. Además de rezarla entera muy a menudo, me va bien recitar trozos durante mi actividad: si me pasan por alto en algo me digo «De que se me deje en el último lugar, Señor, me alegraré» o si me entra el temor a quedar mal me digo «Del temor de perder la fama, líbrame Señor» o si me encuentro “dándome autobombo” me repito «Del deseo de ser aprobado, líbrame Señor». Es un buen rezo para darte cuenta de todo lo que haces para ensalzarte, mirando al mundo y no a Dios.
Letanía de la humildad
Autor anónimo, versión del cardenal Rafael Merry del Val
¡Oh Jesús!, manso y humilde de corazón, escúchame:
Del deseo de ser reconocido – líbrame Señor;
Del deseo de ser estimado,
Del deseo de ser amado,
Del deseo de ser ensalzado,
Del deseo de ser alabado,
Del deseo de ser preferido,
Del deseo de ser consultado,
Del deseo de ser aprobado,
Del deseo de quedar bien,
Del deseo de recibir honores,
Del temor de ser criticado – líbrame Señor;
Del temor de ser juzgado ,
Del temor de ser atacado,
Del temor de ser humillado,
Del temor de ser despreciado,
Del temor de ser señalado,
Del temor de perder la fama,
Del temor de ser reprendido,
Del temor de ser calumniado,
Del temor de ser olvidado,
Del temor de ser ridiculizado,
Del temor de la injusticia,
Del temor de ser sospechado – líbrame Señor;
Jesús, concédeme la gracia de desear:
Que los demás sean más amados que yo;
Que los demás sean más estimados que yo;
Que en la opinión del mundo otros sean engrandecidos y yo humillado;
Que los demás sean preferidos y yo abandonado;
Que los demás sean alabados y yo menospreciado;
Que los demás sean elegidos en vez de mí en todo;
Que los demás sean más santos que yo, siendo que yo me santifique debidamente;
De ser desconocido y pobre – Señor, me alegraré;
De estar desprovisto de perfecciones naturales de cuerpo y de espíritu,
De que no se piense en mí,
De que se me ocupe en los empleos más bajos,
De que ni se dignen usarme,
De que no se me pida mi opinión,
De que se me deje en el último lugar,
De que no me hagan cumplidos,
De que me reprueben a tiempo y a destiempo – Señor, me alegraré;
Bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia,
porque suyo es el Reino de los Cielos.
Oremos. ¡Oh, Jesús! que, siendo Dios te humillaste, y en una muerte de cruz,
para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio.
Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que
humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser
ensalzados hasta gozar eternamente de Ti en el Cielo.
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