domingo, 8 de diciembre de 2019

A la Virgen Inmaculada

Esta es la oración que se usa como himno en laudes el día de la Inmaculada Concepción de la Virgen (8 de diciembre). Por el estilo, parece del siglo de Oro, quizá de Lope de Vega, pero no he podido encontrar la autoría en ningún sitio.  En todo caso, es preciosa y teológicamente precisa, y como poesía que es, se apresta a aprenderse de memoria para poder recitarla en cualquier ocasión. Y debe dar mucha alegría a la Virgen cada vez que se reza con devoción.



A la virgen Inmaculada

Ninguno del ser humano
como vos se pudo ver;
que a otros los dejan caer
y después le dan la mano.

Mas vos, Virgen, no caíste
como los otros cayeron,
que siempre la mano os dieron
con que preservada fuiste.

Yo, cien mil veces caído,
os suplico que me deis
la vuestra, y me levantéis
porque no quede perdido.

Y por vuestra concepción,
que fue de tan gran pureza,
conserva en mí la limpieza
del alma y del corazón,

Para que de esta manera
suba con vos a gozar
del que solo puede dar
vida y gloria verdadera.
Amén.

sábado, 30 de noviembre de 2019

Oración para pedir sabiduría

Hace unos días un compañero me pidió una oración para pedir sabiduría al Señor. Le recomendé varias oraciones al Espíritu Santo, pues la inteligencia y la sabiduría son dos de los siete dones del Espíritu Santo. También le recomendé esta, del libro de la Sabiduría (9, 1–6, 9–11) , que se reza en los laudes del sábado de la tercera semana. Me gusta especialmente pues indica cuál es la misión delo hombre en la tierra y cómo necesitamos la sabiduría que procede de Dios para poderla llevar a cabo. Siempre necesitamos sabiduría, pero quizá más en estos tiempos locos en los que vivimos.

Espero que os guste

Dame, Señor, la sabiduría
(Sb 9, 1–6, 9–11)

Dios de los padres y Señor de la misericordia,
que con tu palabra hiciste todas las cosas,
y en tu sabiduría formaste al hombre,
para que dominase sobre tus criaturas,
y para regir el mundo con santidad y justicia,
y para administrar justicia con rectitud de corazón.

Dame la sabiduría asistente de tu trono
y no me excluyas del número de tus siervos,
porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva,
hombre débil y de pocos años,
demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.

Pues, aunque uno sea perfecto
entre los hijos de los hombres,
sin la sabiduría, que procede de ti,
será estimado en nada.

Contigo está la sabiduría, conocedora de tus obras,
que te asistió cuando hacías el mundo,
y que sabe lo que es grato a tus ojos
y lo que es recto según tus preceptos.

Mándala de tus santos cielos,
y de tu trono de gloria envíala,
para que me asista en mis trabajos
y venga yo a saber lo que te es grato.

Porque ella conoce y entiende todas las cosas,
y me guiará prudentemente en mis obras,
y me guardará en tu esplendor.

domingo, 6 de octubre de 2019

Yo, pecador (Confiteor)

El camino de perfección de S. Juan de la Cruz contemplaba tres pasos: la vía purgativa, en donde nos liberamos de nuestros vicios y de todo aquello que nos lastra a tierra; la vía iluminativa, en la que vamos adquiriendo la sabiduría que nos lleva a Dios, y la vía unitiva, en la que nos unimos a Dios. Estas mismas tres fases están en la misa: empezamos con la vía purgativa, reconociendo nuestros pecados y pidiendo perdón por ellos, seguimos con la vía iluminativa, escuchando la palabra de Dios y el sermón del sacerdote, y acabamos con la vía unitiva de la comunión.

La oración principal de la vía purgativa es el Yo, pecador, o Confiteor. Esta oración, a diferencia del Credo o del Gloria, sufrió un cambio en la renovación de la misa de 1970. Antes se rezaba 3 veces: una vez el sacerdote sólo, a continuación lo rezaba todo el pueblo, y se volvía a rezar al final, justo antes de comulgar. Entiendo la lógica de esta reducción en repeticiones –aunque rezarlo justo antes de comulgar me parece muy bonito–. Lo que no entiendo es que se redujera el texto. No creo que sea por acortar 10 segundos la misa. En la versión tradicional se confesaba nuestra condición de pecador ante Dios, la Virgen, S. Miguel, S. Juan Bautista, los apóstoles (con S. Pedro y S. Pablo a la cabeza), a todos los santos y los fieles hermanos, y después se pedía la intercesión uno a uno de todos ellos. Ahora se confiesa sólo ante Dios y los hermanos y se pide la intercesión de la Virgen. Yo creo que confesar ante los santos es una prueba de humildad y pedir su intercesión es entrar más en la Comunión de los Santos.  Lamento la pérdida. Cuando lo rezo para mí, lo hago en la versión tradicional (y en latín, que me gusta más).

Os presento aquí esta oración, tanto en la versión actual como en la tradicional, en español y en latín.


Yo, pecador (versión actual)
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros hermanos
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso, ruego a Sta. María siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos, y a vosotros hermanos
que intercedáis por mí
ante Dios nuestro Señor. Amén.

Confiteor (versión actual)
Confiteor Deo omnipotenti,
et vobis, fratres,
quia peccavi nimis
cogiatione, verbo et opere.
Mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa.
Ideo precor beatam Maria semper Virginem,
omnes angelos et sanctos et vos, fratres,
orare pro me ad Dominum, Deum nostrum. Amen.


Yo, pecador (versión tradicional)
Yo, pecador, me confieso a Dios todopoderoso,
a la bienaventurada siempre Virgen María,
al bienaventurado S. Miguel Arcángel,
al bienaventurado S. Juan Bautista,
a los santos Apóstoles S. Pedro y S. Pablo,
a todos los santos y a vos, Padre,
que pequé gravemente con el pensamiento, palabra y obra.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por tanto ruego a la bienaventurada siempre Virgen María,
al bienaventurado S. Juan Bautista,
a los santos Apóstoles S. Pedro y S. Pablo,
a todos los santos y a vosotros hermanos,
que roguéis por mí a Dios nuestro Señor.

Confiteor (versión tradicional)
Confiteor Deo omnipotenti,
beatæ Maria, semper Virgine,
beato Michaeli Archangelo, beato Ioanni Baptistæ,
sanctis apóstolis Petro et Paulo, 
ómnibus Sanctis, et vobis fratres 
quia peccavi nimis
cogiatione, verbo et opere.
Mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa.
Ideo precor beatam Maria semper Virginem,
beatum Michaelem Archangelum, beatum Ioannem Baptistam,
sanctos Apóstolos Petrum et Paulum,
omnes Sanctos, et vos fratres,
orare pro me ad Dominum, Deum nostrum. Amen.


lunes, 9 de septiembre de 2019

Oraciones de preparación para la confesión

La confesión nunca ha sido el más popular de los sacramentos. La Iglesia obliga, por su segundo mandamiento de la Santa Madre Iglesia a “confesar los pecados mortales al menos una vez al año, y en peligro de muerte, y si se ha de comulgar”, pero creo que pocos lo hacen. Yo estuve una vez casi 20 años sin confesarme. Parece que no pasa nada, pero al final de ese tiempo mi alma estaba en muy mal estado. Lo sé, porque una confesión lo cambió todo. Ahora me confieso cada 3–4 semanas. Los beneficios de la confesión son grandes. El que esté interesado en leer más de esto, puede leer lo que he escrito en mi otro blog.

La confesión no es un acto, es todo un proceso con 5 pasos: examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de la enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia. No todo debe hacerse de una sentada: el examen de conciencia y dolor de los pecados conviene hacerlo más a menudo. Se suele recomendar hacerlo cada noche. De todas formas, antes de ir al confesionario conviene repasar los pecados cometidos.

Aquí os dejo dos oraciones para antes de la confesión: uno para antes de iniciar el proceso y otro para prepararse para el examen de conciencia.

Confesaos a menudo. De verdad que lo notaréis.


Oración para prepararse a la confesión

Omnipotente y sempiterno Dios, perdónanos a los que nos arrepentimos, sé bondadoso con los que te suplicamos y dígnate enviarnos tu gracia que sea remedio saludable a los que humildemente invocamos tu santo Nombre, nos acusamos de nuestros delitos según están en nuestra conciencia, lloramos nuestros pecados postrados ante tu divina clemencia y pedimos repetida y humildemente tu serenísima piedad; y concédenos, por la invocación de tu santísimo Nombre, que todos los que nos acercamos al sacramento de la penitencia para remisión de nuestros pecados obtengamos salud de alma y protección del cuerpo, por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Señor, que no quieres la muerte del pecador, sino la penitencia de sus pecados para que viva: mira benigno la fragilidad de nuestra condición humana y haz que por esta confesión, a la que nos acercamos para obtener el perdón, obtengamos la absolución de nuestras culpas y el premio de la penitencia, por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Oración para antes del examen de conciencia

Oh Señor Dos mío, que investigas los corazones y conoces las conciencias de los hombres: dame la gracia de examinar sinceramente y conocer verdaderamente la mía de manera que descubra todas mis malicias y pecados, para que, confesándolos bien todos y enmendándome de ellos, merezca tu perdón y gracia en la tierra y la entrada de la gloria en el cielo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

jueves, 18 de julio de 2019

Gloria

Cuando he sentido un enorme júbilo me he encontrado a menudo cantando el Gloria.  Es la oración más alegre de la misa. Quizá es porque lo asocio al repique de campanas cuando se reza en la Vigilia Pascual, no lo sé. Es una oración de jubilosa alabanza a Dios.

Es muy antigua, de los inicios mismos de la Iglesia. Por ejemplo se conoce una versión del S. III y seguramente no es la primera. Quizá es por su edad y por las múltiples versiones por lo que tiene una estructura un poco rara. Además, el ritmo con el que lo rezamos en misa no coincide con la estructura gramatical, con lo que parece que ni siquiera tiene frases claras. Buscando en mis libros y por Internet he encontrado variaciones de puntuación que ahonda en esta sensación de contener frases desestructuradas. He mirado con cuidado la versión en latín (que adjunto) y he puntuado de la manera que creo da más sentido a la oración. Sólo son cuatro frases, dirigidas a cuatro personas diferentes.

La primera son las palabras de los ángeles a los pastores cuando anunciaron el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo.  Sigue con una de alabanza al Padre. A continuación hay otra de petición de misericordia dirigida al Hijo y finalmente volvemos a una alabanza, esta vez a la Trinidad.

Esta oración se presta a ser cantada y hay muchísimas versiones de tradicionales a modernas. He enlazado el Gloria gregoriano de la preciosa Missa de Angelis, que en tiempos de mis padres se cantaba muy a menudo y todos lo sabían cantar y ahora, desgraciadamente, no se oye nunca. Espero que os guste.


Gloria
Gloria a Dios en el cielo
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.

Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos,
te adoramos, te glorificamos, te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso.

Señor, Hijo único Jesucristo,
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre:
Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros;
Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica;
Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros.

Porque solo Tú eres Santo, solo Tú, Señor,
solo Tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre.
Amén.


Gloria in excelsis Deo
Gloria in excelsis Deo
et in terra pax homínibus bonæ voluntatis.

Laudamus te, benedícimus te,
adoramus te, glorificamus te,
gratias ágimus tibi
propter magnam gloriam tuam,
Dómine Deus, Rex cælestis, Deus Pater omnípotens.

Dómine Fili unigénite Iesu Christe,
dómine Deus, Agnus Dei, Filius Patris,
qui tollis pecata mundi, miserere nobis;
qui tollis pecata mundi, súscipe deprecationem nostram;
qui sedes ad déxteram patris, miserere nobis.

Quoniam Tu solus Sanctus, Tu solus Dóminus,
Tu solus Altíssimus, Iesu Christe,
cum Sancto Spíritu in gloria Dei Patris.
Amén.



lunes, 8 de julio de 2019

Novena a la Santísima Virgen

Hoy empieza la novena de la Virgen del Carmen. Pero más que escribir una entrada para la novena específica para esta fiesta, he decidido escribir una para una novena a la Santísima Virgen, que puede usarse para cualquiera de sus fiestas. Naturalmente, uno puede preferir rezar una específica: hay muchísimas en Internet, incluyendo una muy completa, con meditaciones diarias, en la web de los carmelitas.

Esta novena que escribo es muy bonita, cada día se usa una oración a la virgen de un santo concreto: S. Bernardo, Sto. Tomás, S. Atanasio, etc. Son oraciones que pueden usarse en sí mismas, y que juntas hacen una novena espléndida. He añadido la versión en latín de la oración inicial y final: el Diablo odia el latín, hagámosle rabiar.

Una última cuestión: ¿cuándo empieza una novena? Por lo que he visto, algunos opinan que debe rezarse los nueve días anteriores a la fiesta en cuestión, acabando la novena el día anterior a la fiesta. En este caso, la novena del Carmen debería rezarse entre el 7 y el 15 de julio. Otros, veo, rezan la novena acabando el día mismo de la fiesta, para el Carmen, entre el 8 y el 16 de julio. No he visto una  entrada con autoridad que muestre que deba ser de una manera u otra (tampoco he buscado mucho) y el hecho que en todas partes pongan “primer día”, “segundo día” y no “7 de julio”, “8 de julio”, etc. me inclina a pensar que no es demasiado importante.

Novena de la Santísima Virgen

Por la señal de la Santa Cruz, etc.
Acto de contrición (Señor mío Jesucristo, etc.)

Oración de San Bernardo para empezar todos los días: 
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que ha acudido a vuestra protección
implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro
haya sido desamparado.
Animado por esta confianza, a Vos también acudo,
¡oh Madre, Virgen de las vírgenes!,
y, gimiendo bajo el peso de mis pecados,
me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana.
¡Oh, Madre de Dios!, no desechéis mis súplicas
antes bien escuchadlas y acogedlas benignamente.
Amén

Memorare, O piisima Virgo Maria,
non esse auditum a sæculo
quemquam ad tua currentem præsidia,
tuam implorantem auxilia, tua petentem suffragia,
esse derelictum.
Ego tali animatus confidentia,
ad te, Virgo Virginum, Mater,
curro, ad te venio, coram te gemens peccator assisto.
Noli, Mater Verbi, verba mea despicere,
sed audi propitia et exaudi.
Amen.

Oración de Sto. Tomás para el primer día:
Concededme, oh Reina del cielo,
que nunca se aparten de mi corazón el temor y el amor de tu Hijo santísimo; 
que por todos los beneficios recibidos, no por mis méritos, sino por la largueza de su piedad,
no cese de alabarle con humildes acciones de gracias;
que a las innumerables culpas cometidas suceda una leal y sincera confesión
y un firmísimo y doloroso arrepentimiento
y, finalmente, que logre merecer su gracia y su misericordia.
Suplico también, oh puerta del cielo y abogada de pecadores,
no consientas que jamás se aparte ni desvíe este siervo tuyo de la fe,
pero particularmente que en la hora postrera me mantenga con ella abrazado;
si el enemigo forzare sus astucias, no me abandone tu misericordia y tu gran piedad.
Por la confianza que tengo en ti puesta,
alcánzame de tu santísimo Hijo el perdón de todos mis pecados
y que viva y muera gustando las delicias de tu santo amor. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

––––––––––––

Oración de S. Atanasio para el segundo día:
Propio es de ti, Señora, que siendo tú, al mismo tiempo que esclava del Señor,
Madre de Dios, Reina y Señora, pues Dios quiso también ser Hijo tuyo,
no apartes de nosotros tu memoria,
habiendo de presentarnos ante el soberano e inexorable Juez, que, si a nosotros nos infunde pavor,
es para contigo sobremanera amable y te otorga cuantas gracias le pides,
pues eres llamada llena de gracia y de alegría, por haber sobrevenido en ti el Espíritu Santo.
Por esto, aún los ricos de la nación, los más favorecidos en justicia y santidad,
claman a ti e invocan tu protección.
No nos cierres las puertas de tu pecho
y deja que fluya sobre nosotros el mar de gracias que encierra. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

––––––––––––

Oración de S. Anselmo para el tercer día:
No son para contar, Reina clementísima, los que, habiendo invocado tu nombre,
han conseguido la eterna salvación;
¿y quieres que, invocándote yo, sea defraudado en mis esperanzas?
Tal vez no oyes mis clamores en razón de mi gran maldad;
pero, aún así, no dejaré de llamarte y de decirte con toda el alma:
Pues eres tan noble y benigna de condición, da oído a quién humildemente llama a tus puertas
y no le desatiendas en sus esperanzas, ni le abandones en su tribulación,
ni le dejes sin una palabra de perdón en medio de su pecado.
Sana con tus celestiales medicinas las profundas heridas en mi alma abiertas,
desátame de los carnales lazos que me aprisionan en la tierra
y abrígame siquiera con un jirón del espléndido manto de tu gloria. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

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Oración antigua para el cuarto día:
Ven, oh gloriosa Virgen María, ven y visítanos.
Ilumina nuestras almas dolientes y danos el vivir santamente.
Ven, salud del mundo, a lavar tantas manchas que nos afean,
a disipar tantas tinieblas que nos envuelven.
Ven, Señora de los pueblos, y apaga estas llamas de concupiscencia que nos abrasan;
arrójanos el manto de tu pureza y señala el seguro camino que nos ha de llevar a puerto.
Ven a visitar a los enfermos, a fortalecer a los débiles,
a dar firmeza a los que fluctúan entre mares de dudas.
Ven, estrella, luz de los mares, e infúndenos paz, gozo y devoción.
Ven, oh cetro de reyes, poderío de las naciones
y vuelve al seno de la fe, al amor y vida de su unidad
a las muchedumbres extraviadas que no conocen lo que conviene a su salud.
Ven, trayéndonos en tus manos los dones de tu casto, eterno esposo, el Espíritu Santo,
para que vivamos por su lumbre y calor
y sean nuestro sustento aquellos frutos eternos que nos han de merecer entrar
en la unidad de la vida bienaventurada. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

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Oración de S. Sofronio para el quinto día:
Amansa, oh piadosa Madre, las olas de tristeza y de congoja que combaten mi corazón;
apaga las llamas enemigas que me cercan;
embota los dardos que manos crueles vienen arrojando contra mi alma,
amenazando atravesarla y envenenarla y metiendo en ella la muerte.
Oh alegría bienaventurada, oh paz, oh serenidad de los que te invocan,
oh escudo y fortaleza de tus fieles servidores,
ven y tiende tu mano sobre las llagas recibidas y sobre las angustias que me atormentan.
Da suavidad y paz a mi entendimiento,
para que mi lengua engrandezca siempre la alteza de la merced recibida.
Devuélvenos en lluvias de gracias las alabanzas que te dirigimos;
abre ese manantial de gracias que por nosotros quiso encerrarse en ti
y no vivamos ya entre noches, incertidumbres y temores;
a ti seremos deudores de mercedes que jamás labios humanos podrán agradecer ni ponderar.
Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

––––––––––––

Oración de S. Ildefonso para el sexto día:
Oh clementísima Virgen que con mano piadosa repartes vida a los muertos,
salud a los enfermos, luz a los ciegos, solaz a los desesperados y consuelo a los que lloran.
Saca de los tesoros de tu misericordia refrigerio para mi ánimo quebrantado,
alegría para mi entendimiento y llamas de caridad para mi durísimo pecho.
Sé vida y salud de mi alma, dulzura y paz de mi corazón y suavidad y regocijo de mi espíritu.
Y, pues, tú eres estrella clarísima del mar, Madre llena de compasión,
endereza mis pasos, defiéndeme de riesgos de enemigos,
hasta aquella postrera y suspirada hora en la cual, asistido de tu auxilio,
enriquecido con tu gracia, vencidas las enemistades del infernal dragón,
salga de este mundo para los eternos y seguros gozos de la vida bienaventurada. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

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Oración de S. Juan Damasceno para el séptimo día:
Nadie está en el cielo más cerca de la Divinidad simplicísima que tú,
que tienes asiento sobre la cumbre de los querubines y sobre todos los ejércitos de los serafines,
y por esto no es posible que tu intercesión sufra repulsa, ni que sean desatendidos tus ruegos.
No nos falte tu auxilio mientras vivamos en este mundo perecedero;
alárganos tu mano, para que, obrando las obras de salud y huyendo de los caminos del mal,
demos seguro el paso de la eternidad.
Por ti esperamos que, al cerrar a este destierro los ojos de la carne, se abrirán los del alma
para anegarse en aquel piélago de soberana hermosura, de suavísimos deleites,
por el cual ansiosamente suspiran las almas regeneradas
y que nos anunció y mereció Cristo Señor nuestro haciéndonos ricos y salvos.
A Él por ti, Señora, rendimos gloria y alabanza, con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

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Oración de S. Efrén para el octavo día:
Oh Virgen purísima, Madre de Dios, Reina de todo lo creado,
levantada sobre todos los cortesanos del cielo y más resplandeciente y pura que los rayos del sol:
tú eres más gloriosa que los querubines, más santa que los serafines
y sin comparación más sublime y aventajada que todos los ejércitos del cielo.
Tú eres la esperanza de los patriarcas, la gloria de los profetas, la alabanza de los apóstoles,
honra de los mártires, alegría de los santos, ornamento de las sagradas jerarquías,
corona de las vírgenes, inaccesible por tu inmensa claridad,
princesa y guía de todos y doncella sacratísima;
por ti somos reconciliados con Cristo mi Señor.
Guárdame debajo de tus alas; y apiádate de mi que estoy sucio con mis pasiones
y manchado con los innumerables males que he cometido contra mi Juez y Creador.
No tengo otra confianza sino en ti, que eres el áncora de mi esperanza,
el puerto de mi salud y socorro oportuno en la tribulación. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

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Oración de S. Germán para el noveno día:
Ninguno se salva sino por ti, oh Virgen Santísima.
Ninguno se libra de males sino por ti, oh Virgen purísima.
Ninguno recibe gracias de Dios sino por ti, oh Virgen castísima.
Ninguno recibe misericordia sino por ti, oh Virgen venerabilísima.
¿Quién, después de tu bendito Hijo, tiene tanto cuidado del linaje humano como tú?
¿Quién así nos defiende en nuestras tribulaciones?
¿Quién tan presto nos socorre y nos libra de las tentaciones que nos acosan y persiguen?
Quién, con sus piadosos ruegos, intercede por los pecadores
y los libra de las penas que por sus pecados merecen?
Por esto recurrimos a ti, oh purísima y dignísima de toda alabanza y de todo obsequio.

Haz, que por medio de tus oraciones, que tanto pueden con el Señor,
las cosas eclesiásticas sean bien gobernadas y tú misma las conduzcas a puerto seguro.
Viste ricamente a los sacerdotes de justicia y de la gloria de la fe probada, inmaculada y sincera.
Dirige en estado próspero y tranquilo los cetros de los soberanos cristianos.
Sé, en tiempo de guerra, la protección del ejercito, que siempre milita bajo tu amparo,
y confirma al pueblo, para que conforme Dios lo tiene mandado,
persevere en el obsequio suave de la obediencia.
Sé el muro inexpugnable de este pueblo que te tiene a ti
como torre de refugio y cimiento que le sostiene.
Preserva la habitación de Dios y el decoro del templo de todo mal;
libra a cuantos te alaban, da redención a los cautivos
y sé refugio para el peregrino y consuelo para el desamparado.
Extiende, por fin, a todo el orbe tu mano auxiliadora, para que,
así como celebramos con alegría esta festividad, celebremos también
todas las demás que te dedicamos, en Cristo Jesus,
Rey de todas las cosas y verdadero Dios nuestro;
a quien sea la gloria y la fortaleza, junto con el Padre Eterno, que es principio de la vida,
y con el Espíritu coeterno, consubstancial, y que reina con los dos,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.


lunes, 13 de mayo de 2019

Oración a la Virgen de Fátima

Esta es la oración a la Virgen de Fátima que rezó el Papa Francisco con los fieles  en la víspera del centenario de la primera aparición, el 12 de mayo de 2017. Fue el rezo tras el rosario. Es una larga y bonita canción-oración, con estribillo, que es muy adecuada hoy, día de la Virgen de Fátima.


A la Virgen de Fátima
Papa Francisco

¡Salve, Reina, bienaventurada Virgen de Fátima, Señora del Corazón Inmaculado, refugio y camino que conduce a Dios!
Peregrino de la Luz que procede de tus manos, doy gracias a Dios Padre que, siempre y en todo lugar, interviene en la historia del hombre; peregrino de la Paz que tú anuncias en este lugar, alabo a Cristo, nuestra paz, y le imploro para el mundo la concordia entre todos los pueblos; peregrino de la esperanza que el Espíritu anima, vengo como profeta y mensajero para lavar los pies a todos, en torno a la misma mesa que nos une.

Ave o clemens, ave o pia! Salve Regina Rosarii Fatimæ. Ave o clemens, ave o pia! Ave o dulcis Virgo Maria.

¡Salve Madre de Misericordia, Señora de la blanca túnica!
En este lugar, desde el que hace cien años manifestaste a todo el mundo los designios de la misericordia de nuestro Dios, miro tu túnica de luz y, como obispo vestido de blanco, tengo presentes a todos aquellos que, vestidos con la blancura bautismal, quieren vivir en Dios y recitan los misterios de Cristo para obtener la paz.

Ave o clemens, ave o pia! Salve Regina Rosarii Fatimæ. Ave o clemens, ave o pia! Ave o dulcis Virgo Maria.

¡Salve vida y dulzura, salve esperanza nuestra, oh Virgen peregrina, oh Reina universal!
Desde lo más profundo de tu ser, desde tu Inmaculado Corazón, mira los gozos del ser humano cuando peregrina hacia la Patria Celeste. Desde lo más profundo de tu ser, desde tu Inmaculado Corazón, mira los dolores de la familia humana que gime y llora en este valle de lágrimas.
Desde lo más íntimo de tu ser, desde tu Inmaculado Corazón, adórnanos con el fulgor de las joyas de tu corona y haznos peregrinos como tú fuiste peregrina.
Con tu sonrisa virginal, acrecienta la alegría de la Iglesia de Cristo. Con tu mirada de dulzura fortalece la esperanza de los hijos de Dios. Con tus manos orantes que elevas al Señor, une a todos en la única familia humana.

Ave o clemens, ave o pia! Salve Regina Rosarii Fatimæ. Ave o clemens, ave o pia! Ave o dulcis Virgo Maria.

¡Oh piadosa, oh clemente, oh dulce Virgen María, Reina de Rosario de Fátima!
Haz que sigamos el ejemplo de los beatos Francisco y Jacinta, y de todos los que se entregan al anuncio del Evangelio.
Recorremos, así, todas la rutas, seremos peregrinos de todos los caminos, derribaremos todos los muros y superaremos todas las fronteras, yendo a todas las periferias, para revelar allí la justicia y la paz de Dios.
Seremos, con la alegría del Evangelio, la Iglesia vestida de blanco, de un candor blanqueado en la Sangre del Cordero, derramada también hoy en todas la guerras que destruyen el mundo en que vivimos.
Y así seremos como tú, imagen de la columna refulgente que ilumina los caminos del mundo, manifestando a todos que Dios existe, que Dios está, que Dios habita en medio de su pueblo ayer, hoy, y por toda la eternidad.

Ave o clemens, ave o pia! Salve Regina Rosarii Fatimæ. Ave o clemens, ave o pia! Ave o dulcis Virgo Maria.

¡Salve, Madre del Señor, Virgen María, Reina del Rosario de Fátima!
Bendita entre todas las mujeres, eres la imagen de la Iglesia vestida de luz pascual, eres el orgullo de nuestro pueblo, eres el triunfo frente a los ataques del mal.
Profecía del amor misericordioso del Padre, maestra del anuncio de la Buena Noticia del Hijo, signo del fuego ardiente del Espíritu santo, enséñanos, en este valle de alegrías y de dolores, las verdades eternas que el Padre revela a los pequeños.
Muéstranos la fuerza de tu manto protector. En tu Corazón Inmaculado, sé el refugio de los pecadores y el camino que conduce a Dios.
Unido a mis hermanos en la fe, la esperanza y el amor, me entrego a ti. Unido a mis hermanos, por ti me consagro a Dios, oh Virgen del Rosario de Fátima.
Y cuando al final me vea envuelto por la Luz que nos viene de tus manos, daré gloria al Señor por los siglos de los siglos.
Amén.