domingo, 29 de marzo de 2020

Las tres Ave Marías

Una de las pocas cosas buenas de estos días del coronavirus, es que se habla mucho de la muerte. Es bueno hablar de la muerte, recordar que somos mortales y que es más importante prepararnos para bien morir que prepararnos para vivir muchos años, aunque sea alejados de Dios.

Como hay una cierta conexión mental entre morir y dormir, ha sido una buena costumbre de muchos años aprovechar la oración de antes de irse a dormir para pedir una buena muerte. A mí me gusta rezar el Nunc dimittis, seguido de la jaculatoria de conclusión de las completas: “Que el Señor nos conceda una noche tranquila y una muerte santa”. También es popular rezar las tres avemarías.

Esta es una oración iniciada por Santa Matilde. Pidió a la Virgen asistencia a la hora de la muerte y la Virgen se lo concedió con tal que rezara diariamente tres Ave Marías con la intención que se indica.

Este rezo también sirve de novena, añadiendo alguna oración introductoria, como por ejemplo el Acordaos, y la petición de la novena.

Las tres Ave Marías
Santa Matilde

Oh Virgen poderosísima:  así como Dios Padre, en su munificiencia omnipotente, levantó tu alma sobre un trono de gloria sin igual, hasta el punto de que, después de Él, eres la más poderosa en el cielo y en la tierra, así también te suplico me asistas en la hora de la muerte, para fortificarme y rechazar de mí toda potestad enemiga.

Ave María

Oh Virgen sapientísima: así como el Hijo de Dios, conforme a los tesoros de su sabiduría, te adornó y llenó maravillosamente de ciencia y entendimiento, de tal modo que gozas del conocimiento de la Santísima Trinidad más que todos los santos juntos, y como sol brillante, con la claridad de que te ha embellecido, adornas todo el cielo, así también te ruego me asistas a la hora de la muerte, para llenar mi alma de las luces de la fe y de la verdadera sabiduría, para que no la oscurezcan las tinieblas de la ignorancia y del error.

Ave María

Oh Virgen amantísima: así como el Espíritu Santo te llenó por completo de las dulzuras de su amor y te hizo tan amable y tan amante que, después de Dios, eres la más dulce y la más misericordiosa, así también te ruego me asistas en la hora de la muerte, llenando mi alma de tal suavidad de
amor divino, que toda pena y amargura de muerte se cambie para mí en delicias

Ave María

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