Mi intención era seguir con el tema de oraciones cantadas, pero ante la noticia del pregón blasfemo de Santiago de Compostela, debo interrumpirlo para publicar esta oración de reparación ante las blasfemias compuesta por SS Pío XII, gran y sabio papa.
Aparte de perseguir las sendas legales y de reprobación pública, es importante que recemos por el pobre hombre que blasfemó tan horriblemente contra la Virgen y el Apóstol y los que lo permitieron y probablemente animaron. Quizá ellos crean que, como no creen en la Virgen ni en el Apóstol, no pecaron. Pero no es así. ¿Por qué pregonó esa salvajada? Para herir, para hacer daño, para escandalizar. Y ya lo dice el Evangelio, «Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y lo hundieran en el fondo del mar» (Mt, 18, 6). Recemos por estos pobres hombres para que se den cuenta de lo que han hecho y se arrepientan, pues si no mala eternidad les espera.
A consecuencia de este maldito pregón se ha difundido por Internet esta oración de SS. Pío XII que reproduzco aquí.
Oración en reparación de las blasfemias
SS. Pío XII
¡Oh, Augustísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que aún siendo infinitamente feliz en Ti y por Ti por toda la eternidad, te dignas aceptar benignamente el homenaje que de toda la Creación se alza hasta tu trono excelso!
Entorna tus ojos, te rogamos, y cierra tus oídos divinos ante aquellos desaventurados que, o cegados por la pasión o arrastrados por un impulso diabólico, blasfeman inícuamente contra tu nombre y los de la Purísima Virgen María y los santos.
Detén, ¡oh, Señor! el brazo de tu justicia, que podría reducir a la nada a quienes se atreven a hacerse reos de tanta impiedad.
Acepta el himno de gloria que incesantemente se eleva desde toda la naturaleza: desde el agua de la fuente que corre limpia y silenciosa hasta los astros que brillan y recorren una órbita inmensa, en lo alto de los cielos, movidos por tu Amor.
Acepta en reparación el coro de alabanzas que, como el incienso ante el altar, surge de tantas almas santas que caminan, sin desviarse jamás, por los senderos de tu ley y con asiduas obras de caridad y penitencia intentan aplacar tu justicia ofendida.
Escucha el canto de tantos espíritus elegidos que consagran su vida a celebrar tu gloria y la alabanza perenne que a todas horas y en todo lugar te ofrece la Iglesia.
Y haz que un día, convertidos a Ti los corazones blasfemos, todas las lenguas y todos los labios entonen concordes en esta tierra aquel canto que resuena sin cesar en los coros de los ángeles: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los ejércitos. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Amén.
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