“Anoche, estando con todas, dijeron (cantaron) un cantarcillo de cómo era recio de sufrir vivir sin Dios. Como estaba yo con pena, fue tanta la operación que me hizo, que se me comenzaron a entumecer las manos; y no bastó resistencia, sino que como salgo de mí por los arrobamientos de contento, de la misma manera se suspende el alma con la grandísima pena, que queda enajenada, y hasta hoy no lo he entendido”.La música con la que se canta ahora no es la de entonces. La compuso el maestro Felipe Pedrell.
Como toda canción popular, hay muchas variaciones de letra: se añaden y eliminan estrofas, se cambian de orden, se cambian palabras. En muchas versiones sólo se cantan las dos primeras estrofas de las que yo muestro aquí.
Que lo disfrutéis y cantéis.
Véante mis ojos
Anónimo S. XVI
Véante mis ojos,
dulce Jesús bueno,
véante mis ojos,
muérame yo luego
Vea quién quisiere
rosas y jazmines,
que si yo te viere
veré mil jardines.
Flor de serafines,
Jesús nazareno,
véante mis ojos,
muérame yo luego.
Véante mis ojos…
No quiero contento,
mi Jesús ausente,
que todo es tormento
a quién esto siente.
Sólo me sustente
tu amor y deseo
véante mis ojos,
muérame yo luego.
Véante mis ojos…
Siéntome cautiva
sin tal compañía,
muerte es la que siento
sin Vos, Vida mía.
Cuándo será el día
que alcéis mi destierro
véante mis ojos,
muérame yo luego.
Véante mis ojos…
muérame yo luego.
Véante mis ojos…
Dulce Jesús mío,
aquí estáis presente,
las tinieblas huyen,
Luz resplandeciente.
Oh Sol refulgente,
Jesús nazareno,
véante mis ojos,
muérame yo luego.
Véante mis ojos…
¿Quién te habrá ocultado
bajo pan y vino?
¿Quién te ha disfrazado,
oh, Dueño divino?
¡Ay que amor tan fino
se encierra en mi pecho!
véante mis ojos,
muérame yo luego.
Véante mis ojos…
véante mis ojos,
muérame yo luego.
Véante mis ojos…
¿Quién te habrá ocultado
bajo pan y vino?
¿Quién te ha disfrazado,
oh, Dueño divino?
¡Ay que amor tan fino
se encierra en mi pecho!
véante mis ojos,
muérame yo luego.
Véante mis ojos…