jueves, 18 de julio de 2019

Gloria

Cuando he sentido un enorme júbilo me he encontrado a menudo cantando el Gloria.  Es la oración más alegre de la misa. Quizá es porque lo asocio al repique de campanas cuando se reza en la Vigilia Pascual, no lo sé. Es una oración de jubilosa alabanza a Dios.

Es muy antigua, de los inicios mismos de la Iglesia. Por ejemplo se conoce una versión del S. III y seguramente no es la primera. Quizá es por su edad y por las múltiples versiones por lo que tiene una estructura un poco rara. Además, el ritmo con el que lo rezamos en misa no coincide con la estructura gramatical, con lo que parece que ni siquiera tiene frases claras. Buscando en mis libros y por Internet he encontrado variaciones de puntuación que ahonda en esta sensación de contener frases desestructuradas. He mirado con cuidado la versión en latín (que adjunto) y he puntuado de la manera que creo da más sentido a la oración. Sólo son cuatro frases, dirigidas a cuatro personas diferentes.

La primera son las palabras de los ángeles a los pastores cuando anunciaron el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo.  Sigue con una de alabanza al Padre. A continuación hay otra de petición de misericordia dirigida al Hijo y finalmente volvemos a una alabanza, esta vez a la Trinidad.

Esta oración se presta a ser cantada y hay muchísimas versiones de tradicionales a modernas. He enlazado el Gloria gregoriano de la preciosa Missa de Angelis, que en tiempos de mis padres se cantaba muy a menudo y todos lo sabían cantar y ahora, desgraciadamente, no se oye nunca. Espero que os guste.


Gloria
Gloria a Dios en el cielo
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.

Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos,
te adoramos, te glorificamos, te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso.

Señor, Hijo único Jesucristo,
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre:
Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros;
Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica;
Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros.

Porque solo Tú eres Santo, solo Tú, Señor,
solo Tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre.
Amén.


Gloria in excelsis Deo
Gloria in excelsis Deo
et in terra pax homínibus bonæ voluntatis.

Laudamus te, benedícimus te,
adoramus te, glorificamus te,
gratias ágimus tibi
propter magnam gloriam tuam,
Dómine Deus, Rex cælestis, Deus Pater omnípotens.

Dómine Fili unigénite Iesu Christe,
dómine Deus, Agnus Dei, Filius Patris,
qui tollis pecata mundi, miserere nobis;
qui tollis pecata mundi, súscipe deprecationem nostram;
qui sedes ad déxteram patris, miserere nobis.

Quoniam Tu solus Sanctus, Tu solus Dóminus,
Tu solus Altíssimus, Iesu Christe,
cum Sancto Spíritu in gloria Dei Patris.
Amén.



lunes, 8 de julio de 2019

Novena a la Santísima Virgen

Hoy empieza la novena de la Virgen del Carmen. Pero más que escribir una entrada para la novena específica para esta fiesta, he decidido escribir una para una novena a la Santísima Virgen, que puede usarse para cualquiera de sus fiestas. Naturalmente, uno puede preferir rezar una específica: hay muchísimas en Internet, incluyendo una muy completa, con meditaciones diarias, en la web de los carmelitas.

Esta novena que escribo es muy bonita, cada día se usa una oración a la virgen de un santo concreto: S. Bernardo, Sto. Tomás, S. Atanasio, etc. Son oraciones que pueden usarse en sí mismas, y que juntas hacen una novena espléndida. He añadido la versión en latín de la oración inicial y final: el Diablo odia el latín, hagámosle rabiar.

Una última cuestión: ¿cuándo empieza una novena? Por lo que he visto, algunos opinan que debe rezarse los nueve días anteriores a la fiesta en cuestión, acabando la novena el día anterior a la fiesta. En este caso, la novena del Carmen debería rezarse entre el 7 y el 15 de julio. Otros, veo, rezan la novena acabando el día mismo de la fiesta, para el Carmen, entre el 8 y el 16 de julio. No he visto una  entrada con autoridad que muestre que deba ser de una manera u otra (tampoco he buscado mucho) y el hecho que en todas partes pongan “primer día”, “segundo día” y no “7 de julio”, “8 de julio”, etc. me inclina a pensar que no es demasiado importante.

Novena de la Santísima Virgen

Por la señal de la Santa Cruz, etc.
Acto de contrición (Señor mío Jesucristo, etc.)

Oración de San Bernardo para empezar todos los días: 
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que ha acudido a vuestra protección
implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro
haya sido desamparado.
Animado por esta confianza, a Vos también acudo,
¡oh Madre, Virgen de las vírgenes!,
y, gimiendo bajo el peso de mis pecados,
me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana.
¡Oh, Madre de Dios!, no desechéis mis súplicas
antes bien escuchadlas y acogedlas benignamente.
Amén

Memorare, O piisima Virgo Maria,
non esse auditum a sæculo
quemquam ad tua currentem præsidia,
tuam implorantem auxilia, tua petentem suffragia,
esse derelictum.
Ego tali animatus confidentia,
ad te, Virgo Virginum, Mater,
curro, ad te venio, coram te gemens peccator assisto.
Noli, Mater Verbi, verba mea despicere,
sed audi propitia et exaudi.
Amen.

Oración de Sto. Tomás para el primer día:
Concededme, oh Reina del cielo,
que nunca se aparten de mi corazón el temor y el amor de tu Hijo santísimo; 
que por todos los beneficios recibidos, no por mis méritos, sino por la largueza de su piedad,
no cese de alabarle con humildes acciones de gracias;
que a las innumerables culpas cometidas suceda una leal y sincera confesión
y un firmísimo y doloroso arrepentimiento
y, finalmente, que logre merecer su gracia y su misericordia.
Suplico también, oh puerta del cielo y abogada de pecadores,
no consientas que jamás se aparte ni desvíe este siervo tuyo de la fe,
pero particularmente que en la hora postrera me mantenga con ella abrazado;
si el enemigo forzare sus astucias, no me abandone tu misericordia y tu gran piedad.
Por la confianza que tengo en ti puesta,
alcánzame de tu santísimo Hijo el perdón de todos mis pecados
y que viva y muera gustando las delicias de tu santo amor. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

––––––––––––

Oración de S. Atanasio para el segundo día:
Propio es de ti, Señora, que siendo tú, al mismo tiempo que esclava del Señor,
Madre de Dios, Reina y Señora, pues Dios quiso también ser Hijo tuyo,
no apartes de nosotros tu memoria,
habiendo de presentarnos ante el soberano e inexorable Juez, que, si a nosotros nos infunde pavor,
es para contigo sobremanera amable y te otorga cuantas gracias le pides,
pues eres llamada llena de gracia y de alegría, por haber sobrevenido en ti el Espíritu Santo.
Por esto, aún los ricos de la nación, los más favorecidos en justicia y santidad,
claman a ti e invocan tu protección.
No nos cierres las puertas de tu pecho
y deja que fluya sobre nosotros el mar de gracias que encierra. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

––––––––––––

Oración de S. Anselmo para el tercer día:
No son para contar, Reina clementísima, los que, habiendo invocado tu nombre,
han conseguido la eterna salvación;
¿y quieres que, invocándote yo, sea defraudado en mis esperanzas?
Tal vez no oyes mis clamores en razón de mi gran maldad;
pero, aún así, no dejaré de llamarte y de decirte con toda el alma:
Pues eres tan noble y benigna de condición, da oído a quién humildemente llama a tus puertas
y no le desatiendas en sus esperanzas, ni le abandones en su tribulación,
ni le dejes sin una palabra de perdón en medio de su pecado.
Sana con tus celestiales medicinas las profundas heridas en mi alma abiertas,
desátame de los carnales lazos que me aprisionan en la tierra
y abrígame siquiera con un jirón del espléndido manto de tu gloria. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

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Oración antigua para el cuarto día:
Ven, oh gloriosa Virgen María, ven y visítanos.
Ilumina nuestras almas dolientes y danos el vivir santamente.
Ven, salud del mundo, a lavar tantas manchas que nos afean,
a disipar tantas tinieblas que nos envuelven.
Ven, Señora de los pueblos, y apaga estas llamas de concupiscencia que nos abrasan;
arrójanos el manto de tu pureza y señala el seguro camino que nos ha de llevar a puerto.
Ven a visitar a los enfermos, a fortalecer a los débiles,
a dar firmeza a los que fluctúan entre mares de dudas.
Ven, estrella, luz de los mares, e infúndenos paz, gozo y devoción.
Ven, oh cetro de reyes, poderío de las naciones
y vuelve al seno de la fe, al amor y vida de su unidad
a las muchedumbres extraviadas que no conocen lo que conviene a su salud.
Ven, trayéndonos en tus manos los dones de tu casto, eterno esposo, el Espíritu Santo,
para que vivamos por su lumbre y calor
y sean nuestro sustento aquellos frutos eternos que nos han de merecer entrar
en la unidad de la vida bienaventurada. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

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Oración de S. Sofronio para el quinto día:
Amansa, oh piadosa Madre, las olas de tristeza y de congoja que combaten mi corazón;
apaga las llamas enemigas que me cercan;
embota los dardos que manos crueles vienen arrojando contra mi alma,
amenazando atravesarla y envenenarla y metiendo en ella la muerte.
Oh alegría bienaventurada, oh paz, oh serenidad de los que te invocan,
oh escudo y fortaleza de tus fieles servidores,
ven y tiende tu mano sobre las llagas recibidas y sobre las angustias que me atormentan.
Da suavidad y paz a mi entendimiento,
para que mi lengua engrandezca siempre la alteza de la merced recibida.
Devuélvenos en lluvias de gracias las alabanzas que te dirigimos;
abre ese manantial de gracias que por nosotros quiso encerrarse en ti
y no vivamos ya entre noches, incertidumbres y temores;
a ti seremos deudores de mercedes que jamás labios humanos podrán agradecer ni ponderar.
Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

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Oración de S. Ildefonso para el sexto día:
Oh clementísima Virgen que con mano piadosa repartes vida a los muertos,
salud a los enfermos, luz a los ciegos, solaz a los desesperados y consuelo a los que lloran.
Saca de los tesoros de tu misericordia refrigerio para mi ánimo quebrantado,
alegría para mi entendimiento y llamas de caridad para mi durísimo pecho.
Sé vida y salud de mi alma, dulzura y paz de mi corazón y suavidad y regocijo de mi espíritu.
Y, pues, tú eres estrella clarísima del mar, Madre llena de compasión,
endereza mis pasos, defiéndeme de riesgos de enemigos,
hasta aquella postrera y suspirada hora en la cual, asistido de tu auxilio,
enriquecido con tu gracia, vencidas las enemistades del infernal dragón,
salga de este mundo para los eternos y seguros gozos de la vida bienaventurada. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

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Oración de S. Juan Damasceno para el séptimo día:
Nadie está en el cielo más cerca de la Divinidad simplicísima que tú,
que tienes asiento sobre la cumbre de los querubines y sobre todos los ejércitos de los serafines,
y por esto no es posible que tu intercesión sufra repulsa, ni que sean desatendidos tus ruegos.
No nos falte tu auxilio mientras vivamos en este mundo perecedero;
alárganos tu mano, para que, obrando las obras de salud y huyendo de los caminos del mal,
demos seguro el paso de la eternidad.
Por ti esperamos que, al cerrar a este destierro los ojos de la carne, se abrirán los del alma
para anegarse en aquel piélago de soberana hermosura, de suavísimos deleites,
por el cual ansiosamente suspiran las almas regeneradas
y que nos anunció y mereció Cristo Señor nuestro haciéndonos ricos y salvos.
A Él por ti, Señora, rendimos gloria y alabanza, con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

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Oración de S. Efrén para el octavo día:
Oh Virgen purísima, Madre de Dios, Reina de todo lo creado,
levantada sobre todos los cortesanos del cielo y más resplandeciente y pura que los rayos del sol:
tú eres más gloriosa que los querubines, más santa que los serafines
y sin comparación más sublime y aventajada que todos los ejércitos del cielo.
Tú eres la esperanza de los patriarcas, la gloria de los profetas, la alabanza de los apóstoles,
honra de los mártires, alegría de los santos, ornamento de las sagradas jerarquías,
corona de las vírgenes, inaccesible por tu inmensa claridad,
princesa y guía de todos y doncella sacratísima;
por ti somos reconciliados con Cristo mi Señor.
Guárdame debajo de tus alas; y apiádate de mi que estoy sucio con mis pasiones
y manchado con los innumerables males que he cometido contra mi Juez y Creador.
No tengo otra confianza sino en ti, que eres el áncora de mi esperanza,
el puerto de mi salud y socorro oportuno en la tribulación. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

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Oración de S. Germán para el noveno día:
Ninguno se salva sino por ti, oh Virgen Santísima.
Ninguno se libra de males sino por ti, oh Virgen purísima.
Ninguno recibe gracias de Dios sino por ti, oh Virgen castísima.
Ninguno recibe misericordia sino por ti, oh Virgen venerabilísima.
¿Quién, después de tu bendito Hijo, tiene tanto cuidado del linaje humano como tú?
¿Quién así nos defiende en nuestras tribulaciones?
¿Quién tan presto nos socorre y nos libra de las tentaciones que nos acosan y persiguen?
Quién, con sus piadosos ruegos, intercede por los pecadores
y los libra de las penas que por sus pecados merecen?
Por esto recurrimos a ti, oh purísima y dignísima de toda alabanza y de todo obsequio.

Haz, que por medio de tus oraciones, que tanto pueden con el Señor,
las cosas eclesiásticas sean bien gobernadas y tú misma las conduzcas a puerto seguro.
Viste ricamente a los sacerdotes de justicia y de la gloria de la fe probada, inmaculada y sincera.
Dirige en estado próspero y tranquilo los cetros de los soberanos cristianos.
Sé, en tiempo de guerra, la protección del ejercito, que siempre milita bajo tu amparo,
y confirma al pueblo, para que conforme Dios lo tiene mandado,
persevere en el obsequio suave de la obediencia.
Sé el muro inexpugnable de este pueblo que te tiene a ti
como torre de refugio y cimiento que le sostiene.
Preserva la habitación de Dios y el decoro del templo de todo mal;
libra a cuantos te alaban, da redención a los cautivos
y sé refugio para el peregrino y consuelo para el desamparado.
Extiende, por fin, a todo el orbe tu mano auxiliadora, para que,
así como celebramos con alegría esta festividad, celebremos también
todas las demás que te dedicamos, en Cristo Jesus,
Rey de todas las cosas y verdadero Dios nuestro;
a quien sea la gloria y la fortaleza, junto con el Padre Eterno, que es principio de la vida,
y con el Espíritu coeterno, consubstancial, y que reina con los dos,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Oración final:
¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima Madre de los hombres!
Después de Dios tú eres la única esperanza de los pecadores y la mayor confianza de los justos.
La Iglesia te llama vida, dulzura y esperanza nuestra,
y todos los pueblos ponen en ti sus ojos, esperando de ti todas la gracias.
Nosotros también, dulce abogada, acudimos a ti en estos días,
instándote a que nos oigas y concedas las gracias que te pedimos.
Danos, en primer lugar, un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu,
la paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida;
concédenos, al fin, una santa muerte en la Santa Iglesia Católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza!
Todo lo que tú quieres lo puedes ante Dios, de quien eres Madre;
y aún cuando nosotros somos pecadores,
tú eres dulce Madre del Redentor y dulce Madre nuestra
y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu Hijo altísimo y redentor;
a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre y, si nos conviene,
concédenos las gracias que te pedimos en esta novena.

La petición

Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio todos los que celebran tu santa festividad.
– Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
– Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo, y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sancta Maria, succurre miseris, iuva pusillanimes, refove flebiles, ora pro populo, interveni pro clero, interecede pro devoto femineo sexu, sentiant omnes tuum iuvamen, quicumque celebrant tuam sanctam festivitatem.
– Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix
– Ut digni efficiamur promissionibus Christi

Oremus: Concede nos famulos tuos, quæsumus Domine Deus, perpetua mentis et corporis sanitate gaudere: et gloriosa beatæ Mariæ semper Virginis intercessione, a præsenti liberari tristitia, et æterna perfrui lætitia. Per Christum Dominum nostrum. Amen.